
El otro día, volviendo del cole a casa, mi hija se paró de repente en mitad de la acera. A esa edad, el mundo es un espectáculo fascinante y cualquier hormiga merece una investigación a fondo.
Me preguntó, con esa seriedad aplastante que solo tienen los niños: «Papá, cuando sea mayor, ¿podré ser inventora de nubes de sabores?». Me reí, ¡claro que sí! Pero mientras seguíamos caminando hacia el parque, se me instaló un nudo en el estómago.
Acababa de leer unas declaraciones de Geoffrey Hinton, uno de los ‘padrinos’ de la inteligencia artificial, y sus palabras resonaban con fuerza. Hablaba de un futuro donde muchos trabajos desaparecerían, de una desigualdad creciente. Y de repente, la pregunta de mi hija dejó de ser un juego. No se trataba de si podría inventar nubes, sino de si encontraría un lugar con propósito en el mundo que le estamos dejando. Fue un momento de reflexión, uno de esos que te hacen parar y pensar en serio. Y eso me hizo pensar en cómo estamos preparando a nuestros hijos para un futuro que ya está aquí.
¿Cómo enfrentar el miedo a la IA?

Vamos a ser sinceros, la noticia puede ser preocupante. Un experto mundial, alguien que ha estado en la mismísima cocina de la IA, nos dice que la sociedad no está preparada. Es natural sentirnos preocupados. Aquí en España, la palabra ‘paro’ tiene un peso histórico en nuestras familias.
La idea de que nuestros hijos, los chavales que ahora corren por el parque, puedan enfrentarse a un mercado laboral aún más incierto… es para que te dé un vuelco el corazón. Es un agobio muy real. Le das vueltas en la cabeza por la noche. ¿Estamos haciendo lo suficiente? ¿El cole les prepara para esto? ¿Deberían estar aprendiendo a programar desde ya?
La tentación de caer en el pánico y apuntarles a mil extraescolares tecnológicas es enorme. Pero Hinton dijo algo que me pareció la clave de todo, la pieza que lo cambia todo. Dijo que el problema no es solo el dinero, ni siquiera una renta básica universal podría solucionarlo. El verdadero peligro es la pérdida de sentido, de dignidad. Y ahí, justo ahí, es donde nosotros, como padres, entramos en juego. Tenemos un papel protagonista.
¿Cómo cultivar la creatividad y empatía en nuestros hijos?

Piénsalo de esta manera. Cuando planeas un viaje en familia, usas herramientas. Buscas vuelos, comparas hoteles, trazas rutas en un mapa digital. La tecnología te ayuda con el ‘cómo’. Pero la tecnología no decide el ‘porqué’. No elige ese pueblo perdido porque te recuerda a las vacaciones con tus padres, ni decide parar en esa playa porque a tus hijos les fascina buscar conchas. El ‘porqué’, la intención, la alegría, el propósito… ¡eso es nuestro! ¡Es 100% humano!
La IA será la mejor herramienta de la historia para gestionar el ‘cómo’. Pero la gran pregunta para la generación de nuestros hijos será el ‘para qué’.
¿Para qué usamos esta increíble potencia? ¿Para qué nos levantamos por la mañana? Y esa respuesta no está en un algoritmo. Está en la curiosidad, en la empatía, en la creatividad, en la capacidad de conectar con otros. Esa es la verdadera ‘programación’ que necesitan nuestros hijos.
No se trata de competir contra las máquinas, ¡sería absurdo! Se trata de potenciar aquello que nos hace insustituibles. La capacidad de mi hija de imaginar nubes de sabores… ¡eso es un tesoro! Es la semilla de la innovación, del arte, de la solución de problemas complejos. Nuestro trabajo no es enseñarle a usar una herramienta que quizá sea obsoleta en diez años, sino a alimentar el motor de su imaginación para que ella sea quien decida qué herramientas crear y, sobre todo, para qué usarlas.
¿Cómo convertir el miedo en acción?

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo convertimos este agobio en un plan de acción lleno de energía y optimismo? Pues convirtiendo nuestro día a día en el mejor campo de entrenamiento para la ‘chispa humana’. Es más fácil y divertido de lo que parece.
1. El laboratorio de la curiosidad: En lugar de darles todas las respuestas, hagamos más preguntas. Cuando mi hija me pregunta por qué el cielo es azul, en vez de soltar la explicación científica, le devuelvo la pelota: «¿Y tú por qué crees que es? ¿De qué otros colores podría ser?». Fomentar la pregunta, la exploración, el no tener miedo a no saber, es la base del pensamiento crítico. Es un juego apasionante.
2. La fábrica de empatía: La IA puede procesar datos, pero no puede sentir lo que siente el de al lado. Las cenas en familia, los cuentos antes de dormir, hablar sobre cómo nos ha ido el día… esos momentos son oro puro. Son lecciones magistrales de inteligencia emocional. Preguntar «¿y cómo crees que se sintió tu amigo cuando pasó eso?» es más valioso que cualquier clase de robótica.
3. El taller de la creatividad sin límites: Menos pantallas y más barro. Más cajas de cartón que se convierten en cohetes espaciales, más pinturas de dedos, más canciones inventadas en el coche. La creatividad no es un talento de unos pocos, es un músculo que se entrena. Y se entrena jugando, aburriéndose un poco, creando soluciones de la nada. Dejemos que se manchen, que construyan, que fallen y que vuelvan a empezar. Ahí nace la resiliencia.
No necesitamos ser expertos en inteligencia artificial en la educación para hacer esto. Solo necesitamos ser padres presentes, atentos y dispuestos a jugar. Nuestra misión no es protegerlos de un futuro incierto, sino darles las herramientas internas para que ellos mismos lo construyan. Un futuro donde, con la ayuda de la tecnología, puedan dedicarse a lo que de verdad importa: resolver grandes problemas, crear belleza y, por qué no, inventar nubes con sabor a fresa.
¿Cómo construir un futuro juntos en nuestra comunidad?
Esa tarde en el parque, mientras mi hija jugaba con sus amigos, observé a los otros padres. Todos con nuestras propias historias, nuestras propias preocupaciones, pero unidos por un mismo anhelo: la felicidad de nuestros hijos. Y entendí que esta misión no es una carrera en solitario.
La solución a esta incertidumbre no está solo en nuestras casas, sino en la comunidad que creamos. En las conversaciones en la puerta del cole, en la red de apoyo del barrio, en enseñar a nuestros hijos el valor de colaborar en lugar de competir.
El futuro que viene puede parecer intimidante, sí. Pero también está lleno de posibilidades increíbles. Y la verdad es que me siento increíblemente afortunado y lleno de energía. Porque tenemos la oportunidad más bonita del mundo: guiar a la generación que no verá la IA como una amenaza, sino como un lienzo en blanco. Y nuestro trabajo es darles los colores más vibrantes —curiosidad, empatía, creatividad y coraje— para que pinten una obra maestra. Tenemos una misión importante por delante. Juntos, podemos guiar a nuestros hijos hacia un futuro lleno de posibilidades.
Fuente: Geoffrey Hinton: Society Is Unprepared For AI’s Economic Disruption, Forbes, 2025-09-16.
