
Madrid, un 21 de septiembre fresco y nublado.
Mientras acompaño a mi hija al colegio—ese paseo diario de diez minutos que tanto agradezco—ella me abraza la pierna y pregunta con sus ojitos brillantes: “Papá, ¿cuándo sea mayor, las robots me quitarán el trabajo?” ¡Vaya!
Esa pregunta, que tantos padres hemos sentido como un puñal en el alma, hoy me dejó sonriendo. Acabo de leer las palabras del jefe de la Fed y ¡guau!
Lo que revela sobre el mercado laboral es como un café recién hecho en una mañana fría: reconfortante y lleno de claridad. Lejos de asustarnos, la IA no es la que más complica el empleo.
¿Por qué la inteligencia artificial no es el principal problema laboral?

Hace días, mientras tomaba un vaso de vino en una terraza tranquila cerca de Retiro (sí, ¡los padres también merecen pausas!), un amigo me lanzó: “¿Has visto? Dicen que la IA va a eliminar millones de empleos. ¡Hasta mi primo en Barcelona perdió su puesto por culpa de algoritmos!”. Confieso: esa noticia me heló la sangre. Como tú, pienso constantemente en el futuro de mi pequeña.
En esa etapa donde cada “¿por qué?” suyo es una semilla de curiosidad, imagino un mundo donde la tecnología la haga sentir… ¿innecesaria?
Después de ese brindis, me puse a leer a Powell y descubrí algo increíble… El jefe de la Fed apunta algo revelador: “La IA no es el motor principal de los problemas laborales actuales”. ¿Qué significa esto? Que en EE.UU., pese al freno en la creación de empleo, el desempleo no se ha disparado porque hay MENOS inmigración y MENOS personas buscando trabajo activamente.
¡No es la culpa de ChatGPT o de los algoritmos! Powell incluso reconoce que la IA “aún no genera cambios dramáticos” en el mercado, aunque advertirá sobre su potencial a largo plazo.
Para nosotros, los padres españoles, esto es libertador. ¿Recuerdas esas noches de insomnio viendo documentales sobre “el fin del trabajo”?
El presidente señala también que los males laborales—como el desempleo juvenil que tanto sufrimos aquí—NO nacen de la tecnología. Son cuestiones humanas: cómo estructuramos economías, cómo integramos a nuevos ciudadanos, cómo valoramos el esfuerzo de cada generación.
¡Es una llamada a no culpar a las máquinas, sino a actuar con inteligencia humana! Como suele decir mi abuela en el pueblo… “No es el cuchillo el peligroso, sino quien lo usa”. Y esto, papá, transforma por completo cómo debemos preparar a nuestros hijos.
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Ahora imagina esto: estás en el parque del Oeste, viendo a los niños jugar al fútbol bajo este cielo nublado. ¿Te has preguntado por qué, pese a los avances tecnológicos, el desempleo juvenil en España sigue siendo uno de los más altos de Europa?
Ese mensaje me hace pensar… no es la IA quien frena oportunidades, sino factores como la falta de integración laboral para jóvenes o cómo el modelo económico favorece a unos sectores sobre otros.
En nuestro contexto, esto cobra vida. Piensa en cómo, tras la crisis, muchos jóvenes brillantes abandonaron España buscando futuro. ¿Fue por culpa de la IA? ¡No! Fue por estructuras rígidas, por dificultad para emprender, por esa brecha entre lo que estudian y lo que el mercado pide.
Como padres, nos angustiábamos pensando: “¿Vale la pena que mi hijo estudie informática si los robots harán todo?”. Pero Powell nos devuelve el control: el problema real no es la tecnología, sino cómo adaptamos sistemas para que incluyan a todos—desde recién llegados a jóvenes talentos.
¡Y ahí está la oportunidad! Mientras charlamos en la barra de nuestro bar de siempre… ¡nos damos cuenta de que tenemos algo que ninguna IA puede replicar: nuestra calidez humana! Ese “abrazo de tapas” tras el trabajo, esas tertulias en familia que alargan las comidas hasta la noche, esa capacidad de conectar en profundidad.
¿Recuerdas cuando tu hijo pequeño compartió su merienda con un niño nuevo en el colegio? Ese instinto de comunidad, de empatía espontánea… ¡eso es nuestro superpoder! Mientras EE.UU. habla de “menos inmigración”, aquí en Madrid vemos cómo barrios como Lavapiés florecen gracias a la diversidad. Enseñemos a nuestros hijos no a temer la tecnología, sino a usarla para fortalecer lo que nos hace únicos: ser humanos que se sostienen.
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Entonces, ¿cómo aplicar esto HOY mismo en casa? Olvida temer por “carreras del futuro”. Powell nos da permiso para centrarnos en lo esencial: habilidades que ni la IA más avanzada copiará. Como cuando mi hija—en esa edad donde todo es “¡mira, papá, construí un castillo con arena!”—aprende a resolver conflictos al compartir palas con otros niños. ¡Esas son las competencias ganadoras!
Permíteme compartir tres “trucos de padre” que uso diariamente, con la energía de un churro recién frito:
Convierte el juego en entrenamiento para la vida: Cuando ven un documental sobre robots, en lugar de decir “¡esto quitará trabajos!”, pregúntales: “¿Cómo harías este pueblo más feliz?”. En el Retiro, jugamos a “Inventores de Soluciones”: les damos problemas reales (¡hasta recogida de basura!) y ellos diseñan ideas con hojas y palos. ¡Su creatividad me deja boquiabierto!
Celebra lo “improductivo”: ¿Que tu hijo prefiere dibujar a programar? ¡Bendito sea! La Reserva Federal misma admite que hoy el “encontrar empleo” es difícil no por falta de código, sino por crisis de significado. En casa, valoramos tanto un collar de macarrones como un buen examen. Esa confianza emocional es el antídoto contra la ansiedad laboral.
Construye puentes, no murallas: Powell menciona cómo menores flujos migratorios afectan economías. En familia, hablamos de diversidad con naturalidad. Invitamos a amigos de distintas culturas a hacer paella, o visitamos el Mercado de San Miguel para oír historias de tenderos que llegaron aquí con sueños. Así, nuestros hijos entienden que el futuro se construye juntos.
Y por cierto: moderamos pantallas, ¡cómo no! Pero no como “enemigas”. Usamos apps educativas para explorar museos digitales, luego salimos a recrear esas obras en el jardín. La tecnología es una herramienta—como el mortero de mi abuelo—, no el maestro de la casa.
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Al final, Powell no nos da un informe frío de economía: nos entrega una lección de humanidad. Los verdaderos problemas laborales—en EE.UU., en España, en cualquier rincón—surgen cuando olvidamos que el corazón de toda economía somos PERSONAS. ¡Piensa en ello! Cuando tu hijo te abraza al llegar del colegio, ¿le calculas su “productividad futura”? ¡Claro que no! Ves su risa, su curiosidad, esa chispa que ninguna máquina imitará.
Sentí cómo el peso de la incertidumbre se desvanecía. Como padres, el mayor regalo que podemos darles no es un curso de coding, sino enseñarles a ser bondadosos, resilientes y capaces de crear comunidad. En una cafetería de Malasaña, una amiga profesora me contó cómo sus alumnos—niños de primaria—organizaron una feria de trueque de juguetes para ayudar a familias nuevas en el barrio. ¡Eso es el futuro del trabajo! No robotizado, sino lleno de sentido.
Hoy, bajo este cielo madrileño que promete lluvia, siento una calma explosiva. La IA llegará, sí, pero no para destruir, sino para liberarnos de tareas mecánicas y permitirnos dedicarnos a lo genuinamente humano: cuidar, crear, conectar. Como decía mi madre con su acento de Extremadura: “Mientras haya pan para compartir y un abrazo sincero, el trabajo nunca faltará”.
Así que, compañero padre, la próxima vez que tu hijo te pregunte sobre robots, sonríe. Dile: “El futuro lo construimos con amor y creatividad—y eso, cariño, es imbatible”.
Porque al final, el mercado laboral no se mueve por algoritmos… se mueve por corazones. ¡Y los nuestros laten con esperanza!
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Source: Fed Chair Jerome Powell says that AI isn’t the main source of labor market woes — here’s what is, The Street, 2025-09-18
