
Hoy, al recoger a mi niña de la escuela —esa edad donde las mochilas parecen pesan más que sus sueños— me entregó un dibujo hecho con crayones. ‘¡Lo hice rápido para jugar!’, dijo, sonriente.
Pero las líneas temblorosas y los colores fuera de los bordes me hicieron reflexionar: ¿no es esto lo mismo que los adultos llamamos ‘trabajopa’? Ese trabajo rápido, mal hecho, que en vez de ahorrar tiempo… ¡nos cuesta más corregirlo!
¿Qué enseña ese dibujo sobre el ‘trabajopa’?
¿Se imaginan a mi niña, rebosante de curiosidad y energía tras abrir esa caja de crayones? Quiso terminar su dibujo ¡en un santiamén!
Así que garabateó formas descentradas y palabras apenas legibles. Al verlo, su profesora —con esa calma sabia de quienes guían pequeñas almas— lo devolvió diciendo: ‘Creo que puedes hacerlo mejor’.
¡Ay, cómo duele admitirlo! A veces hago lo mismo en mi trabajo: usando herramientas rápidas para ‘resolver’ algo, sin poner el corazón. Resultado: un colega luego tiene que descifrar mi mensaje confuso o arreglar mi informe ‘salvaje’.
Entre un banchan familiar y una tarde de hockey en la tele, mi hija me enseñó que la auténtica calidad no está en la pr sino en el detalle. ¡Esa energía que pone cuando hace algo con cariño! Así como mi esposa prepara su kimchi con amor, yo aplico ese mismo cuidado en mi trabajo.
¡Es el ‘trabajopa’! Mientras lo veía, recordé un dato curioso: según estudios recientes, ¡cuatro de cada diez personas reciben este trabajo apresurado cada mes!
Y no es pereza —es la tentación de creer que las máquinas harán lo esencial por nosotros. Pero… ¿qué enseñamos si ni siquiera corregimos el color fuera de los bordes?
¿Caemos en la trampa del ‘trabajopa’ con IA?
¿Verdad que todos caemos? Entre reuniones, cenas y juegos en el parque, queremos atajos. Hoy los llamamos ‘IA’, pero antes eran calculadoras o apps de traducción.
El problema no es la herramienta —¡es cómo la usamos! Si dejo que mi hija copie dibujos de su tablet sin esforzarse, ¿qué aprenderá?
Que lo rápido sustituye al cuidado. Que el resultado importa más que el camino.
En el mundo laboral pasa igual: enviar presentaciones generadas por IA sin revisar, correos copiados sin personalizar… Crea una ‘deuda invisible’.
¿Saben cuánto tiempo pierden los equipos arreglando esto? ¡Casi dos horas por error! Como cuando apresuramos el deber de la niña: terminamos dedicando más tiempo a corregir que a crear desde el inicio.
La auténtica inteligencia —humana— está en usar la tecnología como un ayudante, no como un reemplazo del esfuerzo. ¡Esa es la lección que quiero grabar en su corazón!
¿Cómo el ‘trabajopa’ daña la confianza?
Recuerdo una frase de mis abuelos coreanos (que siempre tenían sabiduría para momentos así): ‘Una persona confiable es como un puente firme: se construye hilo a hilo’.
En mi niña, veo cómo crece su autoestima cuando termina un dibujo con esmero. ¡Sus ojos brillan distinto! Pero si siempre entrega trabajo apresurado… pierde algo invaluable: la confianza de su maestra, de nosotros, de sí misma.
En el trabajo, el ‘trabajopa’ rompe puentes. Un colega que recibe mensajes sin revisar piensa: ‘¿No se esforzó? ¿No me respeta?’.
¡Es triste! Porque la confianza —como esos abrazos al final del día— se gana con consistencia.
Les comparto un truco que uso en casa: cuando mi hija termina un dibujo con cuidado, celebramos con una canción. En el trabajo, aplico lo mismo: antes de enviar algo creado con IA, pregunto: ‘¿Esto refleja mi mejor yo? ¿Ayuda a mi equipo o les crea carga?’. Si la respuesta es no… ¡a la papelera!
La calidad siempre gana a la prisa.
¿Cómo convertir el ‘trabajopa’ en un tesoro?
¿La solución? Convertir los atajos en oportunidades para crear juntos. Esta semana, mi hija quiso dibujar un arcoíris.
En vez de dejarla hacerlo sola (y correr al ‘trabajopa’), saqué mi tablet: ‘¡Mira, amor! Primero trazamos las líneas suaves… luego tú decides los colores’. Así, la IA fue un lápiz, no el pintor. ¡Y qué orgullosa se sintió al mostrarlo!
Aplicado al trabajo: usen la IA para investigar rápidamente o organizar ideas, ¡pero siempre añadan su sello humano! Pregúntenle a su equipo: ‘¿Qué más necesitan de esto?’. ¡Es esa chispa humana lo que hace la diferencia!
En casa, hago lo mismo: cuando mi niña entrega un dibujo apresurado, no lo rechazo —le pregunto: ‘¿Qué te gustaría mejorar?’. Así construimos resiliencia, no frustración.
¡Eso sí es futuro-proof!
¿Cuál es el camino para evitar el ‘trabajopa’?
Hace días, en ese momento tranquilo después de acostar a mi hija, mientras la lluvia suave golpeaba las ventanas, pensé: ¿qué legado dejamos si normalizamos el ‘trabajopa’?
No es solo sobre productividad —es sobre cómo queremos que el mundo trate a nuestros hijos cuando crezcan. Si hoy valoran el trabajo bien hecho, mañana exigirán lo mismo a quienes los contraten.
Como padres, somos arquitectos de valores. Cada vez que elegimos calidad sobre prisa, enseñamos que el esfuerzo genuino construye algo hermoso: confianza.
Y si a veces tropiezo (¡claro que sí!), recuerdo el abrazo de mi niña cuando termina algo con esmero: ‘¡Mira, papá, lo hice yo sola!’. Esa chispa de orgullo…
¡Me pone la piel de gallina este pensamiento! Como decía mi abuelo…
¡ello es lo que merecen nuestros colegas, nuestros hijos y nosotros mismos! Así que la próxima vez que la prisa susurre ‘usa la IA y listo’… respiren. Pongan el corazón. Porque al final, el trabajo que honra a otros… honra nuestra alma.
Source: Your coworkers are sick of your AI workslop, ZDNet, 2025-09-24