
La casa en silencio, mientras reviso las últimas noticias sobre IA. Oigo en la habitación contigua esas voces tuyas, bajas, reconociendo algún error. Sé que es el momento de los deberes porque has apagado cualquier dispositivo. Solo un cuaderno, y ese tono de complicidad. Lo mismo que usas cada mañana al despertarlos, cuando no hay algoritmos, solo tiempo para el primer café compartido, como cuando mezclamos kimchi con poutine en la cena.
El algoritmo que no se puede programar
Bueno, hablan de la inteligencia artificial que personaliza el aprendizaje. Pero qué recuerdo tan claro, el de tu intuición, ajustando cada explicación sin que la tecnología lo notara.
¿Recuerdas cuando ella se atascaba con las matemáticas? Y tú, en vez de la pantalla, convirtiste esa mesa de la cocina en un banco de la plaza. Los billetes, los juegos. Las preguntas, tus conversaciones. La misma idea que la IA: la educación adaptada. ¡Pero qué sistema puede reconocer el brillo en los ojos! ¿Cuál algoritmo, como tú, sabe que cuando sus párpados se cierran un poco hay que cambiar de juego… no de tema?
La IA educativa puede hacer pruebas, claro. Los maestros, exámenes. Pero tú, como padres, conocéis el ritmo de su corazón antes de la misma pregunta.
¡Esa conexión, esa calidez, es nuestra superpotencia! La tecnología avanza, pero nuestro amor… eso nunca tendrá update.
La tecnología que nos une… no nos separa
Mira, leí que la gobernabilidad responsable de la IA no es opcional. ¿Cómo lo podríamos llevar a nosotros? En la tarde, cuando entran las preguntas… ¿Cómo funciona esto, papá? ¡No es una pantalla, es tu mano que se abre a la conversación! Esto mismo.
Platicas de cómo algunos chatbots, como los del estudio, pueden imitar emociones, pero no crearlas. La misma fuerza que nos hace mirar sus ojos, no sus palabras. La IA no sabe, cómo tú, que el silencio de su concentración es una pregunta… ¿o no estás entendiendo, amor?
¿De quién es la primera lección?
Han dicho, con razón, que la tecnología es una herramienta pedagógica, pero no tiene que ser la única. Y en casa, como bien lo hemos conversado, no es una amenaza, es una oportunidad para compartir.
La IA puede ayudar, pero ¡no puede acompañar! ¿Cómo explicarías tú, a un niño, que la tecnología no es la maestra? Es la misma mano que nos tiende, poderosa, cuando nos conectamos juntos.
Fuente: Meet Qwen 3 Omni, Geeky Gadgets, 2025-09-24