
Hay noches en las que se queda en silencio la casa. Esos momentos en que los niños duermen y la respiración se vuelve más lenta. Y ahí estoy, con la calculadora del móvil encendida, haciendo cuentas como cada mes. ¿Recuerdas cuando te hablaron de los primeros pasos, los que nos traen aquí? ¿verdad? ¿Y cómo nos oímos repitiendo frases de nuestros padres que nunca creímos que diríamos? Ahora, cuando miro, descubro aquello que no se enseña: la economía como una forma de querer.
La magia de lo que no se cuenta
Te he visto en el salón, entre el portátil abierto y las hojas de deberes escolares. Esos días en que los niños preguntan qué es el dinero mientras andas bailando entre la planilla y el agua hervida para el café. Y justo en medio de ese baile cotidiano, es cuando surgen las preguntas más profundas…
¿Cómo explicar, sin decirlo, que en casa se aprende no con palabras, sino con los gestos? Como aquella tarde en que explicaste, durante la merienda, que no hay que llenar la misma cesta con todos los huevos. ¿Quién diría, escuchando entonces, que estábamos sembrando semillas, noche tras noche, en las conversaciones? Todos hemos estado ahí, ¿verdad? Esa mezcla de cansancio y amor que nos hace seguir.
Hay una geometría que se aprende a la hora de la cena, cuando los niños observan, aunque no sepan, que en la economía familiar también hay que prioritizar. ¿Qué son las economías, al fin y al cabo, si no las decisiones que tomamos, todos los días, sobre cómo llenar esas cinturas de la vida, ¿verdad? Y lo que nos enseñan a nosotros, mientras lo hacemos.
Las lecciones que no se parecen a lecciones
¿Qué es lo que realmente estamos enseñando cuando los pequeños nos miran, con la misma cara que los de la mañana, cuando sugieren, ¿qué quieres comprar, mamá, y papá? ¿y cómo se ahorra? Y cuando respondemos, con la misma paciencia que tememos, que no, que no se hace, que se debe ahorrar, y que se debe ahorrar para el día de la tormenta, cuando ellos, con sus ojos, nos preguntan, ¿y qué es la tormenta?
Hay una herramienta que no se enseña, tan importante en la educación financiera como la calculadora del primer año. ¿Sabes cuál es? La de saber que cuando se cae, la casa, como los niños, como los niños que se van, y los que se van a volver cuando se acabe la noche, se sostiene con la misma paciencia que se sostiene el día a día, con la misma fuerza que nos enseñan a nosotros, los que nos ven, que son los que van a aprender.
Y como bien dice el refrán, en esta casa todos aprendemos juntos. Porque no hay que olvidar que los que estamos estudiando, enseñando, acompañando, somos nosotros también.
¿No te parece a veces que la educación financiera es la forma de la que hablamos cuando hablamos, no de números, sino de cómo nos cuidamos, de cómo nos queremos, de cómo nos vigilamos, con la misma sonrisa? ¿Te acuerdas de aquel día en que dijeron claro, como si se tratara del mundo entero, cómo nosotras, no tenemos que enseñarles, sino que ellos aprenden, mirando, sintiendo, respirando, absorbiendo la forma de quienes estamos, como somos, cuando estamos trabajando, y cuando estamos, simplemente, viviendo?
Esa habilidad es nuestra, y es la de ellos, que van a llevar, y van a repetir, con la misma certeza, cuando nosotros, dentro de la misma casa, estemos, siempre, y cuando ellos, formen, a su vez, sus propias casas.
Y al final del día, eso es lo que cuenta: que sepan que el valor más grande no está en lo que tienen, sino en el amor con que lo cuidamos. ¿No es eso lo que realmente queremos enseñarles?
Fuente: TrustStrategy Unveils AI Quant Upgrade with High Frequency Trading Capabilities, Globe Newswire, 2025-09-29