¿Equilibro digital o batallas diarias? Cuando la mirada de ella enseña más que las pantallas

Arte conceptual sobre la conexión humana en familia

Recuerdo esa tarde de miércoles. La vi apoyada en el marco de la puerta, observando cómo nuestros hijos jugaban con una tablet mientras compartían el sofá. Su mirada tenía ese equilibrio sereno de quien sabe que demasiado sería dañino, pero también que prohibir por completo no es la solución. ¿Qué vemos cuando nos detenemos a observar su relación con la tecnología? No se trata de pantallas, sino de las conexiones humanas detrás de ellas. ¿Vamos juntos en este camino? Como bien señalan expertos recientemente en Skift (2025-09-29), «Why Investors Are Suddenly Bullish on Event Companies», la clave está en esta conexión humana.

El papel del padre/madre culpable: fin de una era

¿Nos acostamos sintiendo que hemos fracasado si permitimos media hora de pantalla? ¿O que nos hemos convertido en dictadores si les decimos que no? ¿Ese papel de padre o madre que siempre se siente culpable? ¡Se acabó! La realidad es más compleja que simples «permisos» o «prohibiciones». ¿Cómo encontrar ese equilibrio donde no seamos ni el policía que amenaza, ni el que entrega el dispositivo para evitar la rabieta? Esa tensión que sentimos las madres y padres entre las dos orillas de este río digital… nos reconocemos, ¿verdad?

Educar, no prohibir: el arte del acompañamiento

¿Qué está pasando detrás de esa pantalla que absorbe su atención? Más que controlar los minutos, se trata de enseñarles a navegar en el mundo digital como lo haríamos al cruzar una calle real. ¿Le explicamos por qué ciertos contenidos son peligrosos? ¿Les acompañamos mientras descubren cómo funciona? Necesitan alguien que les explique, que les enseñe a pensar, no a un supervisor que controla el tiempo con un reloj en la mano. Esa mirada de complicidad que ella tuvo cuando los vio crear un video familiar juntos… ahí estaba el verdadero aprendizaje.

¿De qué pantallas hablamos realmente?

¿No es lo mismo un videojuego violento que una aplicación creativa? Una «sana» relación con las pantallas depende de los tipos de actividades que los niños hacen en línea. ¿Cómo generamos ese diálogo donde ellos mismos distingan entre el contenido que enriquece y el que consume horas sin valor? ¿Cómo enseñamos, desde la casa, que la tecnología no es algo que nos «hace», sino que somos nosotros quienes le damos propósito? Y lo más fascinante es que

¿No se asombra usted cuando ve cómo los niños pueden aprender a crear un mundo digital con herramientas que nosotros usamos para trabajar?

Ahí, la tecnología está siendo un espacio educativo, no solo un escape. ¿Y cómo logramos, poco a poco, ese equilibrio entre el mundo digital y el mundo físico?

El juego físico: el puente olvidado

¿Recuerdas la última vez que construyeron un castillo con cojines o inventaron un juego con una caja vacía? El juego no es un lujo, es una necesidad. Es la forma en que los niños aprenden esos límites que no se pueden enseñar con palabras: los que se sienten cuando se caen, pero también cuando se asombran. Esa tarde en que ella los dejó ensuciarse en el parque, aunque sabía que luego sería doble carga de lavado… ¿Cuánto espacio digital les estamos dejando para compensar? La calma que ella guarda cuando los niños se frustran porque no se conecta el wifi… ¿no es el mejor ejemplo de cómo gestionar las emociones?

¿Y nosotros, los adultos? Un ejemplo de coherencia

¿Y nosotros? ¿Somos capaces de soltar el móvil cuando nos llaman? ¿Cómo nos ven cuando ellos quieren hablar y nosotros miramos en automático el teléfono? ¿No es una herida de contradicción que les enseñamos a limitar el tiempo frente a la pantalla pero nosotros mismos no podemos parar? La paciencia con que ella nos enseña, a nosotros también, a desenchufarnos… ¿no es la mayor enseñanza de autocontrol? Mantener la calma es una de las herramientas más importantes en la educación digital, porque ellos también aprenden, sin querer, a volverse a las pantallas cuando no hay esa calma en casa.

El camino: la resiliencia emocional

Los niños que aprenden a identificar sus emociones, a gestionar vivir con los riesgos, crecen con mayor resiliencia y confianza

¿Cómo enseñamos, entre todos los padres, a entender que no es un problema de tecnología, sino de cómo gestionar las emociones detrás de ella? La última vez que ella se sentó con ellos, no para hablar de los aparatos, sino de cómo se sentían al usar un videojuego violento… fue ahí, sin palabras, cuando entendieron que no hay que temer a la tecnología, sino que hay que manejarla con humanidad. Esa mirada de complicidad, más que una pantalla nueva, es lo que necesitan nuestros hijos ¡Y qué regalo tan poderoso poder dársela! ¿No crees?

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