
¿Cuántas veces hemos escondido el móvil con culpa mientras preparábamos la cena? ¡Y eso que digo ‘nosotros’, pero en casa hay días que mi móvil es el primero que saco para evitar un berrinche! O peor: ¿cuántas veces lo hemos usado como niñera digital en emergencias?
La tecnología en la infancia suele vivirse como campo minado: apps educativas aquí, tiempo de pantalla allá.
Pero ¿y si dejamos los extremos? Imaginemos por un momento que cada ‘¿Mamá, puedo jugar?’ es el principio de algo más…
¿Dónde termina el juego y empieza la adicción? La pregunta que nos quita el sueño
Reconozcámoslo: cuando leemos titulares como ’60 horas online a la semana’, se nos congela el café en la mano.
Al otro lado de la pantalla, nuestro peque pide ‘¡otro video!’ con esa sonrisa irresistible.
¿Dónde está el equilibrio?
Pensemos en cómo enseñamos a lavarse los dientes: paso a paso, sin dramas.
Con la tecnología puede pasar igual. ¿Qué tal convertir esos 20 minutos con apps educativas en nuestro ‘momento cohete espacial’?
¡Sin culpas, CON PRESENCIA TOTAL! ¡Imagina juntos cómo esos bloques de colores se convierten en arcoíris de aprendizaje y risas! Juntos descubriendo cómo los cubos de colores enseñan física básica, o cómo una app de emociones nos da pistas para hablar de lo que sintieron hoy en el cole.
Al rescate de la creatividad: cuando el ‘¡inventemos algo!’ gana a YouTube
¿Recordáis ese teatro para bebés que descubrimos el otro día? Fue mágico ver cómo los peques interactuaban con los títeres… sin necesidad de Wi-Fi.
¡Recordemos esos cuentos coreanos que adaptamos con títeres caseros, uniendo tradición con imaginación local!
¿Por qué no proponer cada fin de semana un ‘experimento analógico’?
Podría ser tan simple como convertir su cuento loco de la cena en nuestro próximo bestseller familiar.
¡Grabémoslo en audio mientras dibujan los caracteres!
Así la tecnología no es fin, sino puente: de su imaginación a algo tangible que guardaremos como tesoro.
La rutina digital que nos salvó las tardes de martes (y otros trucos sin esfuerzo)
Fue tras leer sobre los barrios sin juegos cuando decidimos hacer nuestro pequeño cambio: la ‘hora de los enchufes viajeros’.
¿En qué consiste? Simple:
– 17:00: Tablets libres (con límite de 25 minutos)
– 17:30: ¡Todos a cargar dispositivos en la misma bandeja!
Mientras ‘descansan’, nos inventamos trabalenguas disparatados o salimos a buscar ‘tesoros’ (hojas, piedras…) para su próximo proyecto.
El truco está en que la desconexión sea tan divertida como la conexión.
¿Probamos hoy?
Cuando las lágrimas en el teatro son arte (y otras lecciones que nos dan ellos)
Y aunque nuestras rutinas funcionan, lo más impactante ha sido entender cómo esas experiencias offline moldean toda su relación con lo digital.
Nos pasó el mes pasado: nuestro peque lloró en mitad de una obra infantil.
Y no fue por miedo, ¡sino porque el personaje estaba triste!
Ahi entendimos que su relación con las pantallas cambia cuando vivimos experiencias que tocan el corazón.
¿Y si en lugar de preguntar ‘¿Cómo te fue hoy?’ al salir del cole, empezamos con un abrazo sin palabras como recomienda Milena González?
A veces el silencio abre más conversaciones que mil preguntas.
Luego, cuando conecten con sus apps favoritas, será desde otro lugar: no como escape, sino como extensión de ese mundo rico que palpita fuera de las pantallas.
Source: AI #133: America Could Use More Energy, Lesswrong, 2025/09/11