
La verdad, aquella tarde no sabía si reír o llorar… Llegabas del súper con otra caja de cartón para reciclar cuando nuestra hija menor la convirtió en nave espacial con un iPad viejo como panel de control. ‘¿Las estrellas se apagan cuando las miramos mucho?’ nos lanzó mientras ajustaba su casco de papel aluminio. En ese instante supe que nuestras mejores clases de ciencia suceden después de merendar, entre migajas de galletas y preguntas que desafían a los premios Nobel.
El arte de convertir los ‘¿por qué?’ en ‘¿y si probamos así?’
¿Te ha pasado? Justo cuando crees dominar el arte del ‘porque sí’ infantil, llega esa pregunta que te detiene en seco. Como cuando explicabas cómo funciona el Wi-Fi y tu peque replantea: ‘¿Entonces las canciones viajan por tubos invisibles?’ Fue ese momento en que nuestro hijo mayor desmontó el router casero para ‘ver a las señoras canción salir corriendo’. En el MIT llaman eso ‘pensamiento computacional’, pero en casa lo llamamos simplemente ‘miércoles de locura’. ¡Qué le vamos a hacer!
En la cocina hemos creado nuestro laboratorio predilecto ¿Sabes qué necesita un buen expericuento? Dos cucharadas de paciencia, una pizca de desorden controlado y los ingredientes más simples. ¡Como esos experimentos que hacíamos en clase de ciencias pero ahora con toques modernos! El otro día usamos vinagre y bicarbonato para recrecer volcanes, pero la verdadera magia surgió cuando preguntaron: ‘¿Y si hacemos que huela a fresa el magma?’ De repente, la tabla periódica cobró vida entre risas y una mancha que aún lucha en el azulejo.
Tecnología que une en lugar de distraer: nuestra selección de herramientas
Las pantallas generan culpa ¿verdad? Pero cuando usamos la tablet como brújula para identificar árboles del parque junto a nuestra hija, todo cambia. Encontramos apps que convierten los selfies en lienzos de Dalí y otras que traducen el llanto del bebé en tiempo real. ¿Mi favorita? Un programa gratuito que analiza las nubes desde el balcón mientras los peques gritan los tipos de cumulonimbos como porras de estadio.
¿El secreto? Dosificar como postre gourmet, no como menú diario. Configuramos cronómetros musicales donde el ‘tiempo pantalla’ termina con su canción favorita de CantaJuego. Así transformamos el ‘cinco minutitos más’ en una celebración en vez de lucha. ¿El resultado? Ellos mismos proponen alternativas analógicas cuando lo digital satura: ‘¡Hoy mejor hagamos teatro de sombras con la linterna!’.
La pregunta más poderosa que ningún dispositivo puede responder
Y es que esta mezcla de tecnología y experimentos caseros nos ha llevado a descubrir algo increíble: Bueno, entre robots que bailan y apps de mates, dimos con una verdad un poco incómoda: ninguna tecnología supera el poder de nuestro ‘¿tú qué crees?’ vespertino. Es mágico ver sus ojos iluminarse cuando validamos su teoría sobre por qué el cielo cambia de color, aunque involucre dragones que estornudan algodón de azúcar. La psicóloga infantil del parque confirma: estos diálogos construyen más autoestima que mil elogios prefabricados.
A veces pienso que en vez de criar futuros ingenieros, estamos cultivando la próxima generación de poetas de la ciencia.
Ahora guardamos las preguntas más brillantes en un frasco de ‘semillas científicas’: desde ‘¿las hormigas tienen reemplazo si se enferman?’ hasta ‘¿por qué el agua moja si es transparente?’. Cada domingo sembramos una al azar para investigar juntos. Al final, la tecnología nos da herramientas, pero es esa chispa de curiosidad en sus ojos lo que realmente enciende el fuego del aprendizaje. ¿No es eso lo que como padres, anhelamos ver?
Source: Larry Ellison’s $1.3 billion bet to turn Oxford into the Next Silicon Valley: Inside the tech giant’s vision to revolutionize innovation, AI, and global health with the Ellison Institute of Technology, Economic Times, 2025/09/13