Hay un momento al final de la jornada que todos los padres conocemos. Entre las migas de la última merienda y ese primer silencio, sentimos cómo se mezclan las dudas con las pequeñas victorias. La pantalla que nos ilumina trae a veces la misma pregunta: ¿cómo crear equipos, manualidades, experimentos, sin que nos devoren las pantallas? Esa tensión, tan natural, da forma a nuestro camino.
Pero en medio de esta tensión cotidiana, encontramos oportunidades únicas para conectar.
¿Dónde queda la física en la vida real?
Recuerdo una ocasión mientras preparabas el desayuno. ¿Todos los niños piden, durante el día, que alguien les explique cómo funciona el mundo? ¿Te ha pasado? Y la magia, ¿sabes? Está justo ahí: en transformar esos momentos de caos, las preguntas en medio de la rutina, en la salsa secreta de la crianza.
¿Cuándo fue la última vez que alguien vio el esfuerzo, cada día, de elegir entre ser la madre que inventa y el profesional que se necesitan estos tiempos? Ahí, en ese momento donde se escapan las historias, se construye la innovación con corazón.
¿Qué es la ‘inteligencia artificial’ para un niño?
Te he visto en el parque, aprovechando los minutos de juegos, buscando cómo explicar lo que no comprendemos, sin que nos demos cuenta. El otro día, mientras mi hija mezclaba colores en su tablet y pintaba con los dedos en papel, vi cómo lo digital y lo manual se unían de la manera más natural. En lugar de responder, ¿es una tecnología muy compleja?, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo convertimos nuestra búsqueda en el teléfono, en el tesoro, en la oportunidad para compartir la curiosidad?
El robot que no era perfecto
No se trata de la perfección técnica, sino de la convicción de que no hay herramientas que no puedan ser mejoradas con la imaginación, con la creatividad que nos hace humanos
¿Qué nos enseñan estos consejos prácticos? Producir, no solamente consumir.
La lección de los abuelos, traducida al presente
¿Cómo nos explicaron, a nosotros, el mundo? Con las tablas de café, con los relojes desarmados, en las conversaciones que no se interrumpían con tanta notificación. En el intento, ese equilibrio, feliz, de la crianza, estamos haciendo lo mismo hoy: creando herramientas para nuestros hijos que sean las herramientas de los abuelos, pero con las posibilidades. ¿Cómo se construye, en familia? Uniendo, no separando.
Las preguntas que cambian todo
¿Qué significa que el niño ya no diga, tan solo, ‘¿Cómo funciona esto?’ ¿Y que empiece, ahora, con ‘¿Qué pasaría si inventamos algo que…?’? ¡Ese camino lo estamos construyendo juntos, día a día, con paciencia y muchísimo amor! Y cada paso, por pequeño que sea, nos acerca a un equilibrio que nos llena de alegría.