
Había tiempos que te miraba, en ese momento tranquilo mientras los niños dormían, con la luz del móvil dibujando sombras en tu cara cansada. Pero lo que más recuerdo, amor, es cómo te iluminabas cuando veías a esos pequeños explorar la tierra con los dedos, manchándose las rodillas, mientras los aparatos se quedaban abandonados, como si se supiera, sin que nadie lo dijera, que hay aprendizajes que solo se mojan con la vida real.
La danza de las pantallas y los abrazos
¿Recuerdas esos momentos en que las familias crean, sin saberlo, sus propios rituales? Cuando los aparatos se apagan al natural, como si se activara un reloj humano que nos dice: «Ahora, toca vivir». ¿Te ha pasado también a ti?
A veces, cuando veo a los niños construir un mundo virtual con un nivel de programación que sorprendería a cualquiera, pero también ver cómo imaginan castillos en una colina de tierra común, me pregunto: ¿Los que pueden construir un algoritmo y también un árbol de cuerdas, cómo serán de adultos?
Allí, en tu sonrisa tranquila, está la respuesta que siempre has sabido, amor: la tecnología, como la sal, no debe usarse para enmascarar sino para realzar, igual que cuando abres esa aplicación para identificar el nombre de la estrella, pero después de haberla admirado primero con el corazón en la boca… y con los zapatos llenos de barro.
Los pequeños que nos enseñan a equilibrar
Hay veces que la miro a los niños y me preguntan: «¿Puede un gato ser astronauta?». La inteligencia artificial responde con datos técnicos sobre la presión del espacio… pero tú, vas a la esencia con esa respuesta que llevamos dentro y que no se enseña en tutoriales: «Siempreee puede serlo en el cohete de tus sueños».
¿Y aquella vez que los dispositivos se apagaron solos? Corrieron a buscar caracoles con la lluvia, guiados por el instinto, sin preguntas.
Las memorias que no se guardan en la nube
El calor del otro, ese es el espacio que no se puede subir al WiFi. La conexión más profunda no se guarda en la nube, como cuando los niños construyen un fuerte con una simple caja, las manos sucias pero la imaginación limpia.
Criando con tecnología, pero con el corazón
¿Qué es lo que importa? ¿La tecnología o la memoria? La respuesta, como tú, me la enseñaste: la vida es una fusión, un árbol que crece en el mismo suelo donde crea el algoritmo. Porque los mejores recuerdos no se cargan a la nube: se guardan en el espacio que nos une, cuando nos miramos, y sabemos que, en esto, estamos, como padres, en casa, juntos. ¡Esa es la verdadera conexión, la que nos hace vibrar y crecer!