¿Se imaginan que dos letras en internet puedan transformar el destino de una comunidad entera? Está pasándole a Anguilla, diminuta isla de menos de 20.000 habitantes, donde el código de dominio «.ai» se ha convertido en un tesoro inesperado. Mientras las empresas de inteligencia artificial registran direcciones web a ritmo frenético, este rincón caribeño espera recaudar ¡49 millones de dólares este año! No por inventar robots ni algoritmos, sino gracias a un dato curioso asignado hace treinta años. Parece de cuento, ¿verdad? Como padres, esta historia nos invita a reflexionar: en un mundo que cambia veloz, ¿qué habilidades genuinas debemos sembrar en nuestros pequeños para que brillen donde nadie espera?
¿Cómo el azar se convierte en oportunidad para padres?
La isla británica recibió esas letras «.ai» para sus dominios web en 1995 casi como un guiño del destino. Nadie soñaba entonces con el auge de la inteligencia artificial. Pero al llegar ChatGPT en noviembre de 2022, las empresas empezaron a buscar desesperadamente direcciones web que incluyeran «.ai». Las cifras son asombrosas: en solo cinco meses, las ventas de dominios se cuadruplicaron según reportes del gobierno local. Para 2024, esta fuente generó 39 millones de dólares (casi un 23% de sus ingresos totales), cifra que subirá a 49 millones en 2025. ¡Es comparable al turismo, su actividad tradicional! Como papá, pienso que esto no surgió de grandes laboratorios tecnológicos, sino de aprovechar con inteligencia algo que ya tenían, ya sabes cómo es eso.
Justo ahora, mientras nuestros hijos juegan en el parque o dibujan con crayones, el futuro que les espera podría depender de habilidades que ni nombramos hoy. Eso me hace sonreír al recordar cómo mi pequeña, al construir torres de bloques, no solo apila juguetes: aprende física intuitiva, paciencia y creatividad. La verdadera riqueza nunca está en lo accidental, sino en cómo cultivamos lo que ya florece en ellos.
¿Qué habilidades perduran más allá de las pantallas para niños?
Cuando leo que Anguilla invierte estos fondos en infraestructura y educación comunitaria, pienso: ¡esta es la clave! No se enredaron en ser expertos en IA, sino en fortalecer su base humana. Como padres, cuando se nos va el mundo de las manos, a lo mejor deberíamos hacer lo mismo. En lugar de obsesionarnos con que nuestros hijos dominen hoy programación avanzada, ¿qué tal cultivarles curiosidad genuina? Imaginen esto: al salir del colegio, en lugar de revisar el móvil, propongan un «cazador de nubes» donde identifiquen formas en el cielo—como cuando mi hija y yo vimos un dragón gigante en las nubes el otro día y no parábamos de reír. O al cocinar juntos, experimenten con sabores preguntando: «¿Qué pasa si mezclamos miel con canela?». Son pequeños rituales que entrenan el pensamiento crítico sin pantallas.
El auge de Anguilla supera lo efímero porque se integra a su economía real. Análogamente, la tecnología debe ser un puente, no el destino. Cuando nuestros pequeños usan apps educativas, hagámosles preguntas como: «¿Cómo resolverías esto sin dispositivos?». Así, convertimos lo digital en una ventana al mundo tangible, donde sus manos crean historias más poderosas que cualquier algoritmo.
¿Cómo fomentar resiliencia en hijos para el futuro?
Anguilla no planeó esta fortuna, pero supo aprovecharla para blindar su comunidad. ¿Acaso no es eso lo que buscamos para nuestros hijos? En mi experiencia, los momentos donde más aprenden no son en ambientes controlados, sino al resolver conflictos espontáneos: cuando un rompecabezas se resiste, o al compartir juguetes con amigos. Esos pequeños tropiezos son semillas de resiliencia. Pero sí: evitemos correr a salvarlos ante el primer llanto. Permítamosles sentir la frustración dulce de intentar de nuevo, como cuando mi niña aprendió a montar en bici tropezando suavemente en la acera.
El auge de los dominios .ai podría menguar mañana, pero Anguilla ya está construyendo escuelas y servicios con esos ingresos. Nosotros podemos imitar esa visión: en vez de temer que «la IA les quitará el trabajo», enseñémosles a ser adaptables. Propónganles juegos como «inventar un juguete nuevo con materiales reciclados». Así descubren que la innovación nace no del código, sino de la imaginación libre. ¿Y saben qué? Esa misma chispa los llevará a crear soluciones donde otros solo ven problemas.
¿Qué pequeños pasos con grandes sonrisas podemos dar como padres?
¿Cómo transmitir estas ideas sin abrumarnos? Comencemos con gestos sencillos. Durante la cena, compartan «el descubrimiento del día»: algo curioso que notaron al caminar al colegio o en el mercado. Mi abuela siempre decía: «Los ojos que ven milagros en lo cotidiano nunca se cansan». También, escojan un día semanal «sin pantallas»: pueden plantar semillas en macetas, escuchar historias en voz alta o simplemente observar cómo las hormigas construyen caminos. Esos momentos cultivan atención plena, tan valiosa como los fondos de Anguilla para su isla.
Finalmente, juntemos las manos. La historia de esta isla no es sobre dominios web, sino sobre oportunidad y sabiduría colectiva. Como padres, no necesitamos ser expertos en tecnología para guiar a nuestros hijos. Bastan abrazos cálidos, preguntas que despiertan sueños y la certeza de que su valor nunca dependerá de modas pasajeras. Al igual que Anguilla transformó dos letras en esperanza, cada día tenemos el poder de convertir minutos en momentos que los harán fuertes, curiosos y capaces de navegar cualquier mar, incluso los más impredecibles. Un abrazo.
Fuente: How a Tiny Caribbean Island Cashes in on the Global A.I. Boom, Observer, 2025/09/04 19:11:46