
Hay un gesto, pequeño, casi invisible, que siempre ocurre a la misma hora: esa taza de té olvidada en la mesita con un borde de lápiz labial desvaído. La he visto cientos de veces después de la tormenta de antes del colegio. Y en ese silencio, la casa parece respirar aliviada mientras guardo el último juguete. Pero esa taza ya fría siempre me habla. Es lo curioso, ¿verdad? Cómo en la vida diaria, sin que nos demos cuenta, se escriben poemas con las manos llenas de prisa. el lenguaje silencioso de la familia, que no necesita palabras, pero dice tanto, está la esencia de nuestra fortaleza.
Las matemáticas del amor
Hay un ritual en el tiempo que compartimos que me fascina. La alarma suena, los niños corren buscando zapatos, y el desayuno fracasa, otra vez, por la mancha de chocolate en la camisa.
Pero en ese caos, sucede algo: la quietud de tu forma de hacer espacio. Gestos de amor en la vida diaria, minúsculos pero exactos. Como cuando cortas el pan tostado, rápido, pero con cuidado.
Cada día aprendo que las matemáticas del amor no cuentan, simplemente se multiplican
Vocabulario del silencio compartido
Hay un lenguaje que no se enseña en los manuales de crianza. Hasta los silencios tienen su propio lenguaje, ¿no crees? La mirada rápida que pide auxilio. La mano en la espalda que se vuelve una oración compartida.
¿Cómo se cuentan, entonces, esos gestos de amor? En la forma en que la cocina llena de ruido se convierte en el espacio donde se cocina también la ternura del día a día.
Las canciones que no se escuchan
Esta tarde, mientras te veías dormir en el sofá con la tableta, una canción sonaba en el fondo. Esa imagen me hizo pensar en las canciones que no se escuchan.”
En cada momento, en la entrega, en la taza de té que no se alcanza a beber, hay un poema que no se escribe, pero que se siente en el corazón de quien ama. Es el tejido silencioso que se hace sin que se note