
Imagina esta escena: pequeñas manos que pasan de moldear barro a programar historias en una tablet. Dos mundos igualmente fascinantes para sus ojos curiosos. Nuestro desafío como padres no es elegir entre pantallas y árboles, sino tejer puentes invisibles entre ambos. ¿Cómo nutrir niños que se emocionen con un algoritmo y con el vuelo de las mariposas por igual?
La atención como moneda de cambio
Recuerdo cuando mi pareja explicaba por qué los búhos ven de noche, justo después de resolver un error en el riego automático del jardín. Ambas tareas requerían paciencia, pero la calidad de su atención era distinta: como comparar el murmullo del mar con el chapoteo de un charco.
Ahora observamos cómo cambia el juego de nuestra hija: sus tardes construyendo ciudades de cartón difieren totalmente de esos ratos saltando entre apps educativas. No se trata de satanizar las pantallas, sino de enseñar a reconocer cuándo la mente navega en superficie o explora profundidades. Creamos momentos sin pantallas (como nuestras mañanas de manuales los domingos) mientras validamos el atractivo de ciertos juegos digitales (‘Tienes 20 minutos en esa app antes de salir al parque’).
Cuando lo virtual y lo tangible se enseñan mutuamente
Hubo un día revelador: nuestro hijo intentó construir una cabaña igual que en Minecraft, frustrado porque las ramas reales no encajaban como píxeles. ‘Aprendamos cómo soportan peso los árboles de verdad’, sugirió su madre, arrodillándose en la tierra húmeda. Ver gotas filtrarse por su techo imperfecto fue la mejor lección de física.
El truco está en hallar esos puentes naturales: ¿comprenden las leyes del agua en los videojuegos ayudan a predecir las mareas? ¿Podemos describir las nubes a la abuela por videollamada sin mostrarlas? Este diálogo constante transforma el consumo pasivo en arqueología activa del conocimiento.
Tejer en vez de prohibir
En nuestro columpio sin dispositivos, reflexionamos preguntas incómodas. Allí surgieron interrogantes que todos tememos: ¿Debe inquietarnos que prefiera programar a dibujar con tiza? ¿Qué pasa cuando supere la edad de atrapar renacuajos?
La infancia moderna contiene contradicciones hermosas: extrañar los Legos mientras se domina Tynker, llorar por un iPad roto y por la ausencia de luciérnagas. ¿No es esto acaso nuestro mayor desafío?
¿Te ha pasado algo parecido? Mantenernos bilingües: traducir el zumbido tecnológico en cuentos nocturnos, convertir el asombro ante un hormiguero en algoritmos que sólo el corazón resuelve.
Claves que hemos aprendido
En este camino nos han funcionado tres principios: Primero, preguntar más que imponer (‘¿Qué te gusta de este juego? ¿Me enseñas a jugar?’). Segundo, reconocer que nuestras acciones valen más que discursos (ellos notan si miramos el móvil durante la cena).
Tercero, priorizar experiencias híbridas: usar apps de astronomía antes de salir a ver estrellas, convertir retos de programación en juegos corporales. ¿Qué importa más: las horas frente a un ordenador haciendo lo que aman, o esas seis horas en un pupitre haciendo deberes impuestos? Ahí yace el verdadero equilibrio.
Source: Vibe coding has turned senior devs into ‘AI babysitters,’ but they say it’s worth it | TechCrunch, TechCrunch, 2025-09-12
