
Hay un momento en la noche, cuando los niños finalmente duermen, que compartimos esa mirada cómplice. ¿Cómo protegeremos su infancia en esta era digital? ¿Cómo mantener la magia de crecer cuando la tecnología avanza con tanta rapidez? Quiero que sepas que no estás sola en esta pregunta. Nosotros también estamos buscando, como todos los padres que queremos lo mejor para nuestros hijos.
La fuerza que no se nombra
Veo en los padres esa capacidad para sostener dos mundos a la vez. En el momento en que ofrecen la tableta pero también abren un libro, cuando responden un correo mientras cocinan galletas juntos. Ese es precisamente el verdadero equilibrio: la calidez en medio de la pantalla fría, la presencia humana que nunca se apaga.
Caminar con ellos, no delante, aunque nos cueste reconocerlo.
Las pausas que nos salvan
Nuestro mejor aliado son los espacios sin tecnología. En medio de las carreras descalzas por el jardín, los juegos de cartas después de la cena, las risas en el camino al baño.
En esos instantes, la vida late con más fuerza. Y en esa quietud, ¿sabes qué sentimos? que la tecnología no es la protagonista.
Quizás, lo más importante no sea lo último que aprendimos de la IA, sino recordar cómo mantener la mirada de asombro cuando los niños explican, con sus manos pequeñas, la última historia que inventaron.
Ser la brújula humana
La tecnología es un buen instrumento, no un director.
En medio de la incertidumbre tecnológica, hay algo que las madres sostienen tan bien: la conversación. Los momentos en que enseñamos, juntos, a hacer preguntas a los asistentes virtuales. Cuando mostramos cómo aprender de la tecnología, sin perder la conexión con los ojos.
Esa capacidad de guiar sin que se note que estamos guiando.
Y lo sabemos, porque somos nosotros quienes decidimos cuándo apagar la pantalla y hablar de la vida, cuando los niños preguntan cómo funciona, ¿por qué la lluvia…?
No necesitamos respuestas perfectas. Solo necesitamos seguir aprendiendo juntos.
Los pequeños secretos que funcionan
¿Qué hemos aprendido en este camino? Crear zonas libres de tecnología en ciertos espacios de la casa. En la mesa de la cocina, en el sillón de las tardes, en el juego de los martes.
Aprender de la inteligencia artificial mientras nos abrazamos en la vida real. Y saber que cuando los niños preguntan, ¿por qué? lo más importante no es la respuesta, sino la conversación que sigue a esa pregunta.
La verdadera guía, ¿verdad que la sentimos cuando nos tomamos la mano en el sofá y decidimos cuidar a los niños… y cuidarnos también, como pareja?
Ese equilibrio, entre tecnología y familia, entre aprendizaje y risas, es lo que estamos construyendo juntos, con paciencia y mucho cariño.
Fuente: Are We in an A.I. Bubble? I Suspect So, Gideon’s Substack, 2025-09-27