
Recuerdo esa tarde de domingo en la que te encontré mirando esa misma luz fría en el sofá. La pantalla del portátil, esos reflejos azules en tus gafas mientras buscabas cómo proteger a los niños de la sobreexposición a las pantallas, con la misma intensidad con la que preparas esa merienda con tanto cariño, ya sea con pan tradicional o algo más moderno. ¿Cómo explicar, verdad? Que ese mundo digital, vibrante, esté cambiando sus formas de jugar, de aprender, de conectarse. Y, sin embargo, ahí estábamos, tú y yo, compartiendo ese té ya frío y esa conversación que nos cambió y nos recordó que somos más que los límites, que somos nosotros quienes mantenemos, desde la mirada, desde el abrazo, el equilibrio en la era digital que nos rodea.
La decisión silenciada de los padres
¿Cuánto tiempo se ha discutido, verdad? En reuniones, en foros, en los corrillos del colegio. Pero lo que cambió todo fue aquella tarde en que tú, sin querer, soltaste esa pregunta: «¿Y si no somos nosotros quienes nos adaptamos, sino ellos?» Y esa palabra, que parecía tan simple, se convirtió en el faro de nuestro camino.
En las casas, los padres que enfrentamos esta realidad no buscamos controlar, sino que ellos aprendan a navegar este mundo digital inmenso. A veces, en exceso, ruidoso. Pero que, en el fondo, nos une a todos en la misma preocupación: ¿cómo protegerlos sin perder el vínculo?
El tiempo medido, la medida de nuestros tiempos
«El tiempo digital no es malo ni bueno. Es solo un lienzo. ¿Cómo lo pintamos, no?»
Y sin embargo, ¿sabes lo que más recuerdo? No es que cumplieras con los horarios, sino que en mitad de esos ‘cinco minutos más’ siempre encontraste el modo de que fuera la conversación: «¿Qué fue lo más divertido, hoy?» Ese, ese pequeño cambio, que no se nota en los reportes, ¿cómo nos enseñamos que en esa conversación está la verdadera adecuación? Los límites sí, pero los límites que se construyen desde el vínculo.
Cuando las pantallas se convierten en el espacio de la inseguridad
Recuerdo, sobre todo, ese día en que te escuchamos explicando cómo los padres tememos que la tecnología nos robe a nuestros hijos. Pero en el momento en que la palabra “seguridad” se hizo presente, en la conversación, los niños empezaron, poco a poco, a entender el por qué. ¿Cómo estamos perdiendo esas conversaciones tan necesarias?
El futuro compartido, hecho de pequeños pasos
En la mesa, en esas conversaciones de fin de semana, cuando preguntamos a los niños cómo fue su día de juego en línea. Y cómo, en el mejor de los casos, quieren, sin querer, que nos acerquemos. Como cuando te hicieron esa pregunta: «¿Puedo contarte, ahora, qué logré, cómo jugar con mis amigos?» En ese momento, la palabra «límite» se convirtió en «compartir tiempo»—tiempo que nos dejan, tiempo que nos quieren, cómo nos hacemos, y cómo nos haremos, para seguir siendo ellos, los que eligen.
La luz que nos une en la noche
¿Alguna vez te has fijado en cómo la luz de la pantalla, a veces, parece la misma de la noche, cuando nos sentamos, ustedes, los niños durmiendo? ¿Cómo sientes, más que otra cosa, que estamos ahí, juntos, en esta crianza? No es que nos hayamos convertido, sin querer, en la policía de las pantallas. En la noche, cuando apagamos la última pantalla, sentimos que estamos construyendo, juntos, el camino. Y en esa oscuridad, cuando las pantallas se apagan, lo que queda es el calor de nuestra presencia, ese abrazo que ninguna tecnología puede reemplazar. ¿No es eso, al final, lo que realmente importa?
Source: Video game maker Electronic Arts to go private in record $55B deal, Silicon Angle, 2025-09-29