
Imaginen esta mañana: mientras preparábamos el desayuno, el noticiero hablaba de gigabytes y arquitecturas digitales. Y me quedé mirando esa tostada que quemabas sin querer, pensando en lo que realmente importa. ¿No es cierto, en el fondo, que tratamos cada día de convertir esas tecnologías en conversaciones, en juegos compartidos, en esos pequeños pactos del hogar que se sienten tan humanos… tan nuestros?
Mientras los niños discutían quién usaba la tablet primero, y tú, como siempre, mediaste con paciencia, me recordó algo: los equipos más potentes no son los de la última computadora, sino los que construimos en la mesa de la cocina. Los que trabajan en silencio, como esa mano que sostienes sobre la pantalla al decir: «Ahora nos toca mirar a los ojos».
¿Cómo las reglas de pantalla son como los puentes?
Cada vez que negociamos ese tiempo de tabletas, esos minutos de tele antes de la cena, ¡¿no estamos todos en realidad jugando a un mismo juego? Igual que los niños cuando comparten juguetes: aprenden a negociar esa compatibilidad invisible que se llama ‘te toca a mí… ahora te toca a ti’.
Verdad que hay días en que la tecnología en casa parece que arde más que la tostadora. Pero en esos momentos, cuando nos sentamos juntos, si estamos atentos, hay algo más profundo: estamos construyendo la memoria del futuro. Igual que los niños crean castillos en esos juegos que empiezan en la pantalla pero se extendían, hasta el suelo del salón.
¿Qué es la memoria digital familiar sino la suma de las risas?
¿Recuerdan aquella noche en que se cayó el wifi? Verdad que hay niveles de aprendizaje sorpresa, cuando los niños descubren, de repente, que hay otro mundo de cosas que no se apagan con el botón de la esquina. En esos momentos de crisis, pequeñas, pero importantes, demostramos, de manera natural, que no necesitamos el manual de instrucciones: solo necesitamos mirarnos, y saber jugar juntos.
La memoria del hogar, esa que es más importante que cualquier gigabyte, se guarda en el caché de estos momentos: en la cena donde alguien dice: ‘¿Y ahora qué hacemos?’, en esa risa cuando compartimos los errores de la pantalla táctil que no respondía, pero que nos abrió la conversación más importante que necesitamos tener.
¿Por qué no hay que apagar las pantallas sino… encender?
¿Alguna vez han notado cómo se ilumina la cara de ellos cuando incluimos en la tecnología una parte de nosotros? Como cuando decidimos, juntos, crear un álbum digital familiar. La tecnología, en ese momento, nos une a través de la pantalla: ¡ese es el verdadero equilibrio!
No se trata de luchar, sino de que la pantalla se convierta en la zona de encuentro.
Las zonas de casa sin pantallas son importantes, sí, pero ¿qué tal si las zonas de las pantallas, tienen también algo de nosotros? Como cuando, en vez de la cena, ponemos en la mesa la tablet para mostrar un recuerdo, o para compartir una historia. Esa puede ser la interacción, no la tecnología, la que construye, en el futuro.
¿Cómo se puede escribir el futuro de la familia en el mundo digital?
Cuando nos imaginamos el futuro como un lugar lleno de cables y pantallas, ¿no sería mejor pensarlo como un lugar que ya estamos construyendo cada día en la conversación? En esas pequeñas decisiones que parecen insignificantes, pero que son las bases de esas habilidades para comunicarse que tanto queremos que tengan nuestros hijos, mañana.
Verdad, compañeras, que en la noche, cuando todo parece estar en silencio, pero seguimos, tejiendo. Encontrando, en la forma de organizar los horarios del teléfono, cómo gestionar las notificaciones, cómo enseñarles a los niños progresivamente, que no hay prisa. Que el futuro puede esperar, pero que hay algo que nos urge, que aprendemos, diariamente, en el trabajo del hogar: el futuro que nos está esperando lo construimos con las herramientas que tenemos hoy, pero también con las que nos enseñamos unos a otros.
¿No es maravilloso pensar que en ese punto en el que estamos hoy, la tecnología parece tan avanzada, pero también nos encontramos, como humanos, explorando, cada día, nuevas formas de conectar no solo para avanzar, sino para que nuestros hijos y nosotros podamos tener un futuro donde el equilibrio entre el mundo digital y el real no sea una lucha, sino una forma de juego?
Fuente: A Chinese company has launched a CUDA-compatible GPU with a RISC-V CPU and a whopping 112GB HBM RAM – I bet Nvidia lawyers won’t be happy about that news, TechRadar, 2025-09-27