
Son las once de la noche. La casa se ha quedado en silencio, pero la luz de su ordenador sigue en pie. La veo en esa pausa entre la pantalla y el café, con los ojos cansados de horas de trabajo y las tareas del colegio aún pendientes. En su mano derecha, el teclado; en la izquierda, la agenda de los niños. Ese instante, tan breve, donde se refleja todo el peso de la conciliación.
El Doble Turno: Oficina y Hogar
Hay madres que llevan siglos en esto. Cada mañana, una carrera de obstáculos que no se limita a llegar al trabajo. La rapidísima ducha, la mochila del colegio que se quedó abierta, la reunión de las 9 donde la miran con lástima si llega dos minutos tarde. Y, por supuesto, la lista mental que nunca descansa: ¿qué hay para cenar? ¿Ya está la lista de la compra? ¿Pasó el examen de mates? ¿Espera, la reunión de padres era hoy? Es como planificar un viaje familiar donde todos los itinerarios dependen de ti, pero nadie ve el mapa que tienes en la cabeza.
Lo que no se ve en el trabajo es el esfuerzo para que la maternidad no se note. Que la vicepresidenta no sepa que en la pausa del café se está revisando el informe de la empresa. Y que en casa, los niños no sientan que esa llamada importante es la tercera vez que el trabajo llama a la puerta… de la casa que ya es otra oficina encubierta.
La Penalización Invisible: El Costo Escondido
Todos lo sabemos aunque nadie lo diga: que una madre es menos profesional porque tiene responsabilidades familiares.
Que se quedará, incluso sin que nadie lo diga, en la eterna duda de la promoción: ¿’Esperará otro hijo’?¿Cuánto cuesta, realmente, ser madre y trabajar? ¿No es solo económica, sino emocionalmente?
Hay que verlo, aunque sea de pasada: en la fila de reuniones, las madres son las que abandonan discretamente. En la oficina, se sienten culpables por irse a tiempo. Y en casa, se sienten forzadas por no estar más tiempo. ¿Cómo se puede equilibrar una balanza que siempre está inclinada?
El Silencio: Lo Que No Se Dice Entre Horarios
Hay una parte de esta historia que no se cuenta. En los silencios de la noche, cuando ya se ha apagado la última luz del trabajo en su ordenador, y en el día, cuando se ha aplazado la reunión con el médico. Esa búsqueda constante de la perfección, ese esfuerzo de no ser considerada en casa ni la ausente, ni en el trabajo la que desiste.
Fíjate en la mochila que lleva en el hombro.¿Ves?¿La bolsa de la compra? ¿O el informe de desempeño? ¿O la ropa de deporte que aún hay que llevar a la tintorería? Para las madres trabajadoras, no se trata solo de contar horas, sino de cargar con lo invisible.
¿Y Qué Se Puede Hacer? La Respuesta Está en la Comunidad
Sé, por experiencia, que no hay una solución única. Pero no se puede empezar sin el apoyo. La con¬ciliación no es un trabajo indivi¬dual, es un esfuerzo colectivo. ¿Cómo he¬mos podido normalizar la idea de que uno puede hacerlo todo, sin quejarse, y sin que se le note? Las políticas no son suficientes, pero si el apoyo a la hora de buscar la flexibilidad, o el respeto cuando se necesita un día de trabajo en casa.
¿Qué nos queda? Valorar más que el silencio. Celebrar, en el silencio, cada paso que dan. Y sobre todo, no esperar que sean las madres quienes carguen con todo. Esa lucha, que nunca se ha ido, necesita ser más visible, y más compartida.
Hacia La Casa, Hacia el Trabajo: El Camino De Las Madres
Al final del día, solo queda admirar: la fuerza que lleva, y lo que no se ve. La última mirada de la noche, cuando ya la casa está en silencio y ella se pregunta si el mañana, tal vez, será un poco más fácil. Esa fuerza que es más que equilibrar dos trabajos: es equilibrar dos mundos.
¿Y nosotros? ¿Estamos realmente viendo, valorando y aliviando esa carga invisible que ellas llevan cada día?
Fuente: ASX small cap chasing global growth with a bold AI strategy, The Motley Fool Australia, 2025-09-30