
Cuando se apagan las últimas luces, nos miramos sin palabras. Hoy, en esa prisa de dejar las llaves y la mochila, sentí ¿qué nos une más allá de las rutinas?
El latido que no se escucha
Hay veces que me pregunto, mientras ves cómo avanza el desayuno con los minutos en la cabeza. ¿Cómo haces lo que parece imposible? No es solo el ruido de la rutina, sino el momento en que se cruza una mirada y sabes que no hace falta decir «estoy aquí».
El amor que se hace a través del silencio, cuando no hay que decir más que eso. En el camino al trabajo, mientras algo se olvida en la mesa, ¿cómo llevas ese peso que sostiene sin pedir aplauso?
Lo que no se dice, pero se siente
En las tardes de vuelta, cuando nos encontramos en el trayecto y las palabras nunca llegan primero. Pero las miradas sí. ¿Sabes que también he visto cómo te abres paso con la merienda de los niños y la compra por hacer?
Cuando nos acostamos, uno al lado del otro, en el silencio está el corazón de la familia
Presente, aunque no esté
Hay un momento en que te das un segundo para ti misma. Y esa fuerza, que es como un susurro, sostiene toda la casa. Tu presencia en la casa está en cada gesto, en cada momento que dejamos prendidos.
Al volver, lo que recibo es más que un simple ‘hola’. Es un abrazo silencioso que vale más que cualquier pregunta. Y ahí, en lo que no se dice, brilla el amor que lo une todo.