
Mientras cortábamos frutas en la cocina, con el sol de agosto entrando por la ventana, leí unas palabras de Andrew Anagnost, CEO de Autodesk, que me hicieron sonreír: cuando la IA escribe código por nosotros, lo que de verdad marca la diferencia son otras habilidades. No más clases exprés de programación; la aventura está en lo cotidiano.

Andrew explica que, si las máquinas se encargan del “cómo”, el valor pasa al “para qué”. Pensar con criterio, imaginar soluciones locas y contarlas con claridad se vuelven el ingrediente secreto. Es como cuando mi hija de siete años derramó chocolate en la mesa y, antes de que yo buscara la bayeta, ya había convertido la mancha en un mapa de islas con cucharas de postre por barcos. Sin una sola línea de código.

La buena noticia es que no hace falta apretar más horarios. Basta con espacios sencillos: la sobremesa se convierte en laboratorio cuando le pedimos que imagine qué viaje harían sus galletas si cobraran vida; la caminata al parque, en aula cuando contamos historias sobre las nubes. La IA puede sugerir destinos, pero quien decide si vale la pena llegar es la curiosidad.

Mañana, después del cole —a solo cien metros de casa—, podemos probar un juego rápido: cada uno inventa un final distinto para el mismo dibujo hecho en el empaque del zumo. Sin reglas ni puntajes, solo risas y nuevas ideas que salen solas. La pantalla puede esperar; la conexión no.

Cuando anochecemos y el cielo se tiña de naranja, recordemos que el futuro no es una carrera contra los robots; es un paseo donde llevamos la mano a quienes queremos. Cada vez que nuestros hijos comparten un juguete sin que se lo pidamos o improvisan una canción sobre la cena, están practicando exactamente lo que las máquinas no pueden copiar.

Si alguna app promete “potenciar” su creatividad, preguntemos antes: ¿deja espacio para sus propios garabatos? Tecnología útil es la que se hace copiloto silencioso, como el GPS que sugiere un camino pero no impide que demos la vuelta para ver los patos del lago.

Confieso que a veces me asusta pensar en los trabajos del mañana; luego veo a mi pequeña convertir hojas secas en mapa del tesoro y recuerdo que ya llevan el equipaje esencial: ganas de preguntar, energía para inventar y corazón para incluir. El resto llegará solo.

¿Qué pequeña historia inventaremos mañana?
Source: Autodesk’s CEO says these skills are more important than coding in the AI era, Business Insider, 2025-08-05
