El cielo de Berlín despejado esta semana parecía una pantalla gigante en modo portátil: limpito, brillante y abierto a la sorpresa. En el interior de las gradas de IFA 2025 ocurría lo mismo: pantallas que giran 90° como quien da la vuelta a una hoja de papel, luces Hue que detectan movimiento y hasta un robot aspirador que sube escaleras mientras tararea su propia melodía de victoria. Todo ello grita «¡el futuro llegó!», pero también susurra una pregunta que revolotea en la cabeza de muchos padres: pero también susurra… ¿cómo acogemos estos gadgets sin que nuestros hijos pierdan el tacto de la arcilla, el olor a mandarina recién pelada o la carrera contra las palomas del parque? Aquí van tres historias y un puñado de ideas para convertir la «revolución tecnológica» en una aventura compartida, con la misma energía que se pone al empujar un columpio hasta las nubes.
Giro de tuerca: la pantalla que no impone, sino invita
Lenovo presentó el ThinkBook VertiFlex, un portátil cuya pantalla gira a lo largo de su eje como si fuera una hoja de cuaderno. En la práctica, tu peque puede leer un cuento en vertical mientras dibuja en la parte inferior o ver un tutorial de origami sin que el teclado le estorbe. El truco está en convertir ese «giro» en un ritual: después de 20 minutos, «volteamos» la pantalla hacia el cecho del salón y proponemos una misión: «¡Ahora toca inventar ese mismo barco de papel sin mirar el video!». Así el monitor deja de ser juez y pasa a ser un compariero fugaz, como el abuelo que enseña el nudo de los zapatos y luego desaparece para dejar espacio al propio ensayo. Un estudio de NIQ Europe reveló que la venta de PC con capacidades IA creció un 195 % interanual; la clave será no dejar que la potencia eclipse la pausa, igual que no nos zampamos la tarta de cumple antes de soplar las velas.
Luces que escuchan, niños que cuentan
Philips Hue dotó a sus bombillas de «radar casero»: detectan movimiento y pueden encender poco a poco el pasillo cuando la peque va al baño de noche, o tejer una constelación azul cuando ella ondea los brazos como una bailarina de papel. Antes de instalarlas, proponle un juego: cada color es un personaje. Verde: «dragón protector». Amarillo: «risa de estrella». Así, la tecnología se convierte en cómplice de su narrativa y no en vigilante. Algo parecido hace el smart-ring que se vio en la feria: anota latidos y sueño, sí, pero también puede averiguar en qué momento del cuento su pulso se acelera. Compartid esa gráfica por la mañana y preguntad: «¿Fue cuando el ratón escapó del gato?». Repentinamente los datos dejan de ser fríos y se transforman en papel de carta para sus fantasías. ¿Y si usamos estos colores para contar cómo nos sentimos hoy?
Robots que suben, padres que observan
El nuevo aspirador de Dyson enfila las escaleras como quien conquista el Everest en miniatura. Aprovecha su rutina para enseñar física sin abrir libro: «¿Por qué el robot sube más lento cuando choca con el oso de peluche?». La respuesta —más peso, más fricción— se siente si dejamos que el peque coloque obstáculos y cronometre tiempos. Además, los números que arroje la máquina (31 % de electrodomésticos clase A vendidos en Europa en 2025 frente al 19 % de 2023) permiten hablar de «casa responsable» y de cómo cuidar el planeta que ellos heredarán. Convertir la tarea en experimento es la versión moderna de limpiar los chorritos de mermelada del tostador con canciones de cuna; la diferencia es que ahora el robot silba y nosotros aplaudimos dos veces: por el suelo limpio y por la lección.
El truco definitivo: pacto de los cinco sentidos
La pantalla gira, la luz escucha, el robot sube… pero ¿y si antes de tocar ningún botón nos tomamos «el pacto»? 1) Oler: antes de encender la tablet, huele una especia (canela, lavanda). 2) Tocar: da cinco palmadas en la mesa, como despedida al mundo físico. 3) Degustar: un gajo de mandarina en la boca, para recordar que hay vida fuera. 4) Oír: elegir un sonido ambiente (lluvia, mar) que suene mientras la app carga. 5) Ver: cerrar los ojos tres segundos y visualizar qué se quiere descubrir. Este mini-ritual, apenas 30 segundos, ancla la tecnología en el cuerpo y así evita que la experiencia flote en una nube sin anclaje. Funciona tanto para un proyector portátil como para el cuaderno de notas; la clave es que el niño aprenda que «iniciar» es también «saber dónde estoy». Cuando aparece la pantalla VertiFlex en vertical, habrá diez historias listas para nacer, y no solo un portal que absorba horas.
¡Manos a la obra! Mini-desafío familiar
¿Recuerdas laNXTPAPER 60 Ultra de TCL, esa tablet con papel electrónico que reduce el reflejo? Tras usarla 15 min para leer un cómic, invita a tu hijo a «copiar la prota» con plastilina o con palos de helado. Cuando termine, compara: «¿Qué tiene la figura real que la digital no puede hacer?» (olor, textura, peso). Anota las respuestas en una libretita sin teclado. Repetid la faena una vez por semana: el gadget se transforma en disparador de manualidades y la pantalla se queda en su sitio, sin invadir la mesa de la cocina. Porque, al fin y al cabo, el dato más brillante de IFA no es el aparato en sí, sino la chispa que salta del dispositivo al corazón de quien lo comparte. Y esa, amigos, no se compra en ninguna feria del mundo, pero se fomenta cada tarde con una pregunta sencilla: «¿Qué vamos a inventar juntos después de apagar la pantalla?»
Fuente: I’m at IFA 2025—these are the 10 coolest products at the show, MakeUseOf, 2025/09/05 16:31:43