A veces, el trabajo se siente como construir la torre de bloques más increíble con tus amigos. Cada pieza, cada color, cada risa compartida la hace más alta, más fuerte. Pero, ¿qué pasa cuando, de repente, alguien quita un montón de piezas de la base? La torre se tambalea. Los que quedan miran los huecos, se miran entre sí, y un silencio incómodo llena el aire. Esa misma inestabilidad es lo que viven los empleados que permanecen tras despidos. No es solo la tristeza por los que se han ido; es una onda expansiva de ansiedad, duda y miedo que lo cambia todo. Y es un tema que debemos abordar con urgencia.
¿Cómo afecta el tsunami invisible de los despidos?
¡Es una locura pensar que el impacto de un despido termina cuando se cierra la puerta! En realidad, es justo ahí cuando empieza un tsunami emocional para los que se quedan. De repente, el ambiente se carga de una ansiedad casi palpable. La gente empieza a caminar de puntillas, a hablar en susurros. El miedo se convierte en el nuevo compañero de oficina. Y no es una exageración, ¡los datos lo confirman de forma brutal! Un estudio de Leadership IQ reveló algo que me dejó helado: el 74% de los empleados que conservaron su trabajo admiten que su propia productividad ha disminuido. ¡Setenta y cuatro por ciento! No es solo que estén tristes, es que el miedo paraliza.
Ese temor constante a ser el siguiente en la lista ahoga la creatividad. ¿Quién va a proponer una idea audaz y arriesgada cuando lo único que quieres es pasar desapercibido? El foco cambia de ‘hacer un trabajo increíble’ a ‘no cometer errores’. Y esta presión, este estrés, se lo llevan a casa. Se convierte en noches de insomnio, en conversaciones tensas durante la cena. Es un peso invisible que afecta no solo su rendimiento, sino su bienestar general. La Asociación Americana de Psicología (APA) encontró que el 48% de los sobrevivientes reportaron un aumento en los niveles de estrés y una menor satisfacción laboral. Es una herida profunda que, si no se atiende, puede infectar a toda la cultura de la empresa.
¿Por qué se rompe la confianza y motivación tras los despidos?
Si la ansiedad es la ola, la pérdida de confianza es el maremoto que arrasa los cimientos. Cuando los compañeros desaparecen de un día para otro, la confianza en el liderazgo se desploma. Las preguntas resuenan en los pasillos: ¿Por qué ellos? ¿Habrá más? ¿La dirección sabe lo que está haciendo? Esta incertidumbre es como un veneno que mata la motivación poco a poco. Un informe de BizReport es demoledor: aproximadamente el 70% de los ‘sobrevivientes’ afirman que su motivación en el trabajo ha disminuido. ¡Y tiene todo el sentido del mundo!
Es como si el capitán del barco, en medio de una tormenta, de repente tirara por la borda a parte de la tripulación sin una explicación clara. ¿Cómo podría el resto confiar en que llegarán a buen puerto? La lealtad se evapora. Según un estudio de El País, un recorte de solo el 1% de la plantilla puede provocar un aumento del 31% en la rotación voluntaria. La gente no se va solo por miedo, se va porque el ‘porqué’ de su trabajo, el propósito compartido, se ha desvanecido. Se sienten como un número en una hoja de cálculo, no como parte de una familia o un equipo con una misión. Y esa sensación es increíblemente desoladora.
¿Cómo reconstruir con empatía y resiliencia laboral?
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos resignamos a que la torre se derrumbe? ¡Claro que no! Aquí es donde los líderes tienen la oportunidad de ser verdaderos héroes. La solución no es ignorar el problema, sino enfrentarlo con una dosis masiva de humanidad. La comunicación abierta y transparente es el primer salvavidas. Explicar el ‘porqué’ de las decisiones, ser honesto sobre los desafíos y trazar un plan claro para el futuro es crucial. No se trata de tener todas las respuestas, sino de demostrar que te importa lo suficiente como para tener la conversación.
La empatía es el pegamento que puede volver a unirlo todo. Los estudios lo dicen claro: los líderes que se registran regularmente, que invitan a conversaciones honestas y que muestran un aprecio genuino y personal por los que se quedan, marcan una diferencia gigantesca. ¿Te ha pasado que un simple gesto de comprensión cambió tu día? A veces, algo tan simple como un «¿Cómo estás llevando esto?» puede abrir la puerta a sanar. Además, es vital redefinir roles y responsabilidades. La desorganización post-despido genera aún más estrés. Aclarar quién hace qué, establecer programas de mentoría para compartir conocimientos y reconstruir el sentido de comunidad son pasos increíblemente poderosos. Se trata de mostrarle a tu equipo: «Estamos juntos en esto, y vamos a salir de esta más fuertes».
¿Qué enseñanzas de resiliencia llevamos al hogar?
Y todo esto me hace pensar muchísimo en casa. Esto me hizo reflexionar sobre cómo enseñamos resiliencia. Mientras veo a mi hija construir sus propios mundos con sus juguetes, pienso en el mundo que heredará. Un mundo donde el cambio es la única constante. La forma en que manejamos la incertidumbre en el trabajo es un reflejo de cómo podemos enseñar resiliencia a nuestros hijos. ¡Es la misma habilidad fundamental!
No podemos protegerlos de todas las tormentas, pero sí podemos darles un ancla fuerte. ¿Y cuál es esa ancla? La curiosidad, la adaptabilidad y una confianza inquebrantable en su propio valor, más allá de cualquier título o logro. En lugar de enfocarnos solo en la estabilidad de un trabajo, podemos enseñarles a encontrar seguridad en su capacidad para aprender, para colaborar, para resolver problemas y, sobre todo, para tratar a los demás con compasión, incluso en medio del caos. Hablar abiertamente sobre los cambios, validar sus sentimientos de incertidumbre y celebrar su capacidad para adaptarse a nuevas situaciones son regalos que durarán toda la vida. Ver a mi hija jugar me recuerda que la verdadera fuerza está en adaptarse, no en evitar las caídas. ¿Cómo podemos criar hijos que vean los cambios como oportunidades? Al final, tanto en la oficina como en la sala de estar, se trata de lo mismo: construir conexiones humanas fuertes y genuinas. Porque cuando la estructura externa se tambalea, son esas conexiones las que nos mantienen en pie, listos para reconstruir algo aún más hermoso.
Fuente: El impacto emocional de los despidos en quienes permanecen, El País, 2025/09/07