
Hoy amaneció nublado en nuestra ciudad, con ese aire fresco de 22°C que pega a la piel como un recordatorio suave: afuera, los gigantes tecnológicos anuncian inversiones de miles de millones; adentro, mi niña está dibujando dragones con rotuladores en la mesa de la cocina.
Mientras el periódico grita sobre los 5.000 millones de libras de Google en el Reino Unido, yo mordí mi tteokbokki matutino y me pregunté: ¿Cómo encaja esto en el mundo pequeño pero enorme de nuestros hijos? Como tú, yo tampoco busco cifras millonarias en mi café de las mañanas. Busco tranquilidad.
Por eso, hoy quiero compartir contigo no una noticia, sino una conversación entre vecinos, bajo esta nublada ciudad que nos acoge.
¿Por qué esta noticia nos toca el corazón?

Ayer, mientras caminaba al colegio con mi pequeña (esa edad en la que cada hoja caída es un tesoro que debe guardarse en el bolsillo), escuché a dos padres discutiendo sobre ‘la nueva carrera espacial del Reino Unido’. “¡5.000 millones de libras para centros de datos! ¿Y si esto acelera tanto la IA que nuestros hijos crezcan sin saber distinguir lo real de lo virtual?”. Me paralizó.
¿Verdad que a ti también te suena? Como cuando ves a tu niño pequeño concentrado en un juego educativo, pero por dentro sientes ese escalofrío de preocupación: ¿Está bien esto?
Pero aquí está lo que nadie dice mientras hablan de economías de 400.000 millones de libras: ¡nuestros hijos no son ‘el mercado futuro’! Son esos niños que esta mañana se pusieron los calcetines al revés porque ‘así la magia funciona mejor’.
Google invierte en servidores bajo tierra, pero ¿qué tal si nosotros invertimos en algo igual de potente? En aprender a navegar esta ola tecnológica sin perder la calidez de nuestras manos agarrando las suyas.
¡Exacto! Como cuando planificamos un viaje familiar: primero el mapa, después la aventura. La IA no es el destino, sino la brújula que usamos para llegar juntos a lugares inesperados.
Y piensa en esto: mientras los políticos estrechan manos sobre acuerdos de miles de millones, en nuestro barrio, en este preciso instante, hay un niño enseñando a su abuelo a video-llamar usando su tablet.
¡Ahí está el verdadero motor de la IA! No en los centros de datos londinenses, sino en esos pequeños puentes que construimos entre generaciones.
¿Qué si invirtiéramos menos en discutir cifras y más en crear esos momentos? Sería como cuando eliges el camino largo para ir al parque solo para escuchar sus teorías sobre por qué las nubes son algodón de azúcar gigante.
La clave no está en los billones… sino en los pequeños pasos

Esa inversión británica es grande, sí –pero tú y yo sabemos que la verdadera transformación no se mide en libras, sino en cómo ayudamos a nuestros hijos a entender este mundo nuevo.
¿Cómo? Con algo que todos tenemos a mano: la curiosidad natural de los niños. ¡Imagínate!
La misma que los lleva a preguntar ‘papá, ¿por qué el cielo es azul?‘ mientras miran un día despejado. Esa chispa es más poderosa que cualquier supercomputadora.
Recuerdo ayer mismo: mi pequeña vio una noticia sobre robots en la televisión y me agarró la mano. ‘Papá, ¿los robots jugarán a las escondidas conmigo?’
En vez de darle una respuesta técnica, la llevé al jardín, agarramos hojas y construimos un ‘robot de naturaleza’. Le expliqué: ‘La IA es como este robot: hecha por humanos para ayudarnos, pero nunca para sustituir nuestro abrazo cuando nos caemos’.
¡Fue un momento pequeño, pero ahí sembramos una semilla! Ahora cuando usa apps educativas, siempre pregunto: ‘¿Crees que esto se siente como cuando pintamos juntos?‘
Esto no es magia, es estrategia cotidiana. Como cuando usamos la app del metro para llegar a la playa, pero luego apagamos el teléfono para construir castillos de arena.
La lección no está en huir de la tecnología, sino en enseñarles a usarla como una herramienta –nunca como dueña de su imaginación.
¡Y oye! Los británicos lo están entendiendo: su informe gubernamental dice que si invertimos ahora en habilidades digitales, por cada libra gastada, la economía crecerá cinco veces más.
Para nosotros, padres, es igual: Por cada minuto que invertimos en dialogar sobre IA, ganamos horas de confianza con nuestros hijos.
Construyamos nuestro propio ‘centro de datos’ familiar

1. El ‘protocolo del café de las mañanas’: ¿Recuerdas esas mañanas nubladas en que el mundo parece moverse en cámara lenta? Ese es el momento perfecto para preguntar: ‘¿Qué te asustó hoy en la pantalla?’ Sin juzgar. Solo escuchando, como cuando sostenemos su manito al cruzar la calle. ¡Esto es más valioso que cualquier acuerdo internacional!
2. Desconectar para reconectar: En Corea se dice ‘pali pali’ (despacio, despacio). Hagamos esto: abstengámonos de pantallas una hora antes de cenar y cocinemos juntos algo simple, como gimbap! Cuando las manos se manchan de arroz, las conversaciones fluyen. Investigaciones muestran que estos momentos reducen un 30% la ansiedad infantil frente a lo digital. ¡Es como cargar nuestra batería humana!
3. Transformar el miedo en aventura: ¿Sabes lo que hago cuando mi niña pregunta sobre robots que ‘quitan trabajos’? La llevo al mercado local y le muestro al panadero usando una app para pedidos, pero ¡su sonrisa al entregar la bolsa es irreemplazable! Le digo: ‘Mira, la tecnología ayuda, pero el amor está en los detalles’. ¡Ahora ella ‘enseña’ a su peluche a usar la tableta para ‘ayudar a los demás’! ¿No es esto lo que queremos?
Y aquí viene la parte más importante: este ‘centro de datos’ no necesita cables ni servidores. Solo necesita que, como decimos aquí, ‘seu gong manko’ (compartir el corazón).
nosotros ya construimos la infraestructura más poderosa: la red de confianza entre padre e hijo
Source: Google Reveals $6.8 Billion UK AI Drive As Trump Lands For High-Stakes Talks, Benzinga, 2025-09-16
