
Hoy, mientras caminaba con mi pequeña exploradora de la mano – esa edad donde cada hoja caída es un tesoro y cada ‘¿por qué?’ es una puerta al universo – vi algo que me sacudió el alma. En las noticias hablaban de líderes en oficinas, de ‘seguridad psicológica’ y ‘adaptación’. Pero allí, bajo el cielo nublado que suaviza el aire otoñal,
entendí que la verdadera revolución del liderazgo… ¡nace en nuestros hogares!
Como papás, no enseñamos a gestionar equipos; cultivamos seres humanos capaces de inspirar, de fallar con valentía, de construir puentes. ¿No es eso lo que el mundo necesita hoy? ¡Imagínense conmigo!
¿Cómo entender el ‘porqué’ detrás de los ojos de tu hijo?
¿Recuerdan cuando mi pequeña exploradora empezó a preguntar sin parar? ‘¿Por qué el cielo es azul?’, ‘¿por qué mamá lloró en esa película?’. No buscan respuestas perfectas; quieren sentirse escuchad@s. ¡Justo como esos estudios dicen que los equipos modernos necesitan! Lo mismo que logramos en casa cuando nos sentamos en el suelo de juguetes y decimos: ‘Cuéntame más‘.
Hace días, mi hija construía una torre de bloques que se caía una y otra vez. En lugar de darle la solución, pregunté: ‘¿Qué crees que necesitamos para que aguante?’. Sus ojitos brillaron: ‘¡Más base, papá! Como el kimchi en el frigo, que no se cae si está apretadito’. ¡Sí! En ese momento no estábamos jugando; estábamos cultivando resiliencia. Los líderes del futuro no serán los que tienen todas las respuestas, sino los que preguntan con curiosidad. Como nosotros, los papás, cuando transformamos sus caídas en aventuras de descubrir.
¿Por qué el ‘error’ es la mejor lección en casa?
Confesión: a veces, al ver a mi niña luchar con un rompecabezas, mis manos quieren arreglarlo todo. Pero ¿saben qué? Los grandes estudios muestran que los equipos innovan cuando se sienten libres de equivocarse. ¡Aplica igual en casa!
El otro día, intentó dibujar un superhéroe… y salió un monigote con tres brazos. Quería corregirlo, pero me mordí la lengua. En cambio, le dije: ‘¡Qué creativo! Explícame su poder’. Y qué historia inventó: ‘¡Es para abrazar a más amigos!’. En ese instante, su ‘error’ se convirtió en genialidad. Esto es la ‘inteligencia emocional en educación’ en acción: no salvamos, acompañamos. Como diría mi abuelita coreana: ‘La semilla que brota torcida a veces da el árbol más fuerte’. Y en esta mezcla de culturas que vivo, entiendo que el verdadero liderazgo es crear ese espacio donde los ‘fracasos’ son escalones, no tropiezos.
¿Cómo dibujamos juntos el mapa de nuestra familia?
Sé que los mejores planes surgen cuando todos comparten sus miradas. ¡Pues en casa es igual! La ‘colaboración’ que reclaman en las empresas… ¿no es lo que hacemos al decidir juntos qué cenar?
Imaginen esto: al preparar la mochila escolar, en lugar de dar órdenes, pregunté: ‘¿Qué necesitas hoy para sentirte tranquila?’. Y allí, entre sus lápices de colores y el bocadillo de atún con queso –esa fusión que tanto nos encanta–, surgió algo mágico. Ella eligió su cuaderno favorito (¡el de las estrellas!) y yo entendí su miedo a un examen. ¡No fue una mochila; fue un pacto de confianza! Esto es la ‘AI en educación’ aplicada con calidez: usar tecnología para escuchar sus necesidades, no para controlar. Como al crear listas de reproducción familiares donde sus canciones infantiles bailan con mis clásicos canadienses… ¡eso es innovación con raíces!
¿Cómo la calma construye raíces en nuestros hijos?
En este mundo acelerado –donde hasta los adultos sentimos pánico ante el futuro–, los estudios insisten: los buenos líderes crean ‘clima positivo’. Pero… ¿qué es eso sino lo que hacemos al acurrucarnos a leer un cuento cuando el mundo afuera está gris?
Recuerdo una tarde así, con las ventanas empañadas por la llovizna suave. Mi hija temblaba por una pesadilla. En lugar de decir ‘no pasa nada’, le pregunté: ‘¿Qué haría tu superhéroe favorito?’. Juntos inventamos un escudo de abrazos. ¡Eso es ‘seguridad psicológica’ pura! No calmar con palabras vacías, sino validar: ‘Sí, el miedo existe… y aquí estoy’. Como enseñan en los estudios, esto no es ‘mimarlo’; es construir el suelo donde crecerán héroes del mañana. Porque cuando un niño sabe que su caída tendrá un brazo, se atreve a volar más alto. ¡Y con qué alegría lo hace!
¿Por qué el viaje importa más que el destino?
¿Saben qué es lo más hermoso de criar en esta era? Que no necesitamos ser ‘expertos’. Los estudios lo confirman: el liderazgo moderno valora la adaptabilidad, no la perfección. ¡Alégrate, papá que a veces tropieza!
Cada mañana, al caminar al colegio (ese trayecto donde los árboles nos cuentan historias), llevo dos cosas: paciencia y esperanza. Porque sé que al enseñarle a mi hija que ‘preguntar es más valioso que saber’, o que ‘un error es un paso’, no solo la preparo… preparo al futuro. Como cuando limitamos el tiempo de pantallas para crear espacio a sus pinturas épicas, entendemos que la ‘AI en educación’ debe servirnos, no gobernarnos. Esta es la gran revolución: liderar con el corazón abierto. Porque al final, ¿qué legamos a este mundo? almas que se atreven a crear, a conectar, a amar con valentía
Source: Reimagining Leadership Development For The Modern Workforce, Forbes, 2025/09/25 05:39:03