
Uf, llega esa hora. La casa queda en silencio y mi cabeza empieza a dar vueltas con un tema que, ¡vamos!, nos toca a todos: la inteligencia artificial y nuestros hijos. Mi hija todavía es pequeña, pero veo a los adolescentes a mi alrededor y no puedo evitar pensar: ‘¿cómo será para ella en diez años?’. Y, sinceramente, a veces me da un vértigo tremendo. ¡Pero ese vértigo es el motor para actuar desde ahora! No es ser tecnófilo o tecnófobo, es sobre cómo, como papás, podemos cuidar los corazones de nuestros hijos en esta nueva era. Si alguna vez te has preguntado si es sano que un adolescente comparta sus sueños con un chatbot… si esa punzada de preocupación te ha visitado al ver que la IA es más que una herramienta, ¡aquí vamos a conversar desde el corazón, de padre a padre!
Cuándo la IA se convierte en confidente: la realidad para los jóvenes

¿Has notado cómo muchos adolescentes hoy buscan en apps o chats respuestas que antes daban a amigos o familiares? No es solo un dato curioso—es una realidad que muchos padres enfrentamos con preocupación. Según un estudio, una de cada cuatro chicas entre 17 y 21 años recurre a la inteligencia artificial para contar sus secretos.
¿Qué significa esto para su salud mental? No se trata de juzgar con miedo, sino de entender que cuando la IA se convierte en el primer referente emocional, hay un riesgo real de que los jóvenes pierdan conexiones humanas esenciales. La soledad se alivia, sí, pero también se reconstruye en una pared invisible.
Los peligros ocultos: deuda cognitiva y dependencia emocional

Piénsalo como un «músculo mental». Cada vez que la IA piensa por nosotros, ese músculo se atrofia. Es como usar siempre el GPS para ir a la esquina: súper cómodo, ¡pero el día que falla, no sabes ni dónde estás parado! Cuando la inteligencia artificial resuelve por nosotros, desde respuestas escolares hasta consejos emocionales, empezamos a perder la habilidad de pensar críticamente.
Pero hay algo más inquietante: la dependencia emocional. Imagina a un adolescente sintiéndose solo y creyendo que una respuesta automatizada «entiende» sus problemas
¿Si la IA da consejos peligrosos—como dietas restrictivas o planes de suicidio—quién los corrige? Es crucial entender que la tecnología refleja nuestros sesgos; se puede confiar en ella, pero solo si guiamos su uso con cuidado.
Establecer límites reales: más allá del ‘no, no puedes’

Los límites no son un muro, sino un puente. En lugar de prohibir, hablamos con nuestros hijos sobre cómo usar la IA como herramienta, no como solución. Por ejemplo, en casa reemplazamos las respuestas de la IA por conversaciones: ‘Si estás triste, quiero escucharte’.crear espacios donde la tecnología sirve a la familia, no al revés.
O en la escuela, los profesores redesignan tareas para que los estudiantes piensen por sí mismos antes de recurrir a la tecnología. Recuerda: no somos enemigos de la IA, pero sí defensores activos de la conexión humana. Limitar no es prohibir, sino crear espacios donde la tecnología sirve a la familia, no al revés.
Renovar el equilibrio: del miedo a la esperanza
Es normal sentir miedo, pero ese miedo puede convertirse en fuerza. Cada familia puede navegar con criterio si ve la IA como anfitriona, no como amo. Reímos juntos, dibujamos juntos, compartimos silencios que silencian el ruido digital.
En tiempos donde la IA avanza, nuestra responsabilidad es recordar lo que los niños necesitan realmente: miradas que los vean, manos que los sostengan, y la magia de un abrazo que ningún algoritmo puede reemplazar. ¡Porque la tecnología analizará datos y hará maravillas, pero nunca podrá replicar el calor de un abrazo! Esa magia, ese superpoder, es 100% nuestro. ¡Y es el mejor legado que podemos dejarles!
Fuente: How channel vendors are responding to the EU AI Act, Computer Weekly, 2025-09-15
