
Hoy, un niño puede preguntarle a un asistente digital cómo dibujar un dragón y recibir la respuesta al instante. Pero, ¿qué ocurre con la pregunta que no tiene solución prediseñada? Aquella que exige tiempo, errores y, sobre todo, pensar con profundidad. Aquí es donde esas herramientas brillantes se quedan en la superficie, y donde nuestra guía como padres adquiere un valor único.
El engaño de las respuestas instantáneas: ¿realmente ayudan al pensamiento profundo?

Imaginen esto: su hijo pregunta ‘¿Cómo vuelan los pájaros?’. Un asistente digital ofrece una explicación clara en segundos. Pero, ¿qué pasaría si en su lugar salieran al jardín para observar, hacer hipótesis y probar con hojas y plumas? La primera opción es cómoda; la segunda es donde nace el ‘pensamiento profundo’.
Como comparten estudios recientes, estas inteligencias artificiales manejan con maestría el ‘pensamiento superficial’: responden preguntas conocidas o siguen pasos lógicos sencillos. Sin embargo, cuando se trata de generar ideas genuinamente nuevas —resolver problemas sin precedentes o crear historias originales—, solo dan vueltas en lo superficial. Estudios muestran que hasta los modelos más avanzados ‘colapsan’ ante complejidades que requieren saltos creativos.
Lo más revelador viene del estudio del MIT: cuando dependemos demasiado de estas herramientas, nuestro cerebro se relaja. Las conexiones neuronales se debilitan, reduciendo el compromiso cognitivo. Si nuestros pequeños siempre recurren a respuestas listas, ¿qué ocurre con esa chispa que se enciende al luchar con los ‘porqués’ que forjan mentes resistentes? El pensamiento profundo es la clave.
¿Por qué el ‘pensar hondo’ es el superpoder que queremos para ellos?

El ‘pensar hondo’ no es privilegio de científicos. Es esa chispa que estalla cuando un niño mezcla colores sin receta, o cuando construye un puente de bloques que se cae una y otra vez. Es el proceso lento, a veces frustrante, donde cada error se convierte en escalón.
Recuerdo ver a niños en un parque transformando un hoyo en ‘la entrada a un volcán’. Sin pantallas, sin instrucciones, solo palas y tierra. Allí no hubo respuestas instantáneas: hubo negociación de roles (¿somos ingenieros o dinosaurios?), adaptación a imprevistos (llovió y se convirtió en lago), y finalmente, una historia colectiva nacida del esfuerzo compartido. ¡Eso es pensar profundo en acción!
Cuando cultivamos esta habilidad, no solo enseñamos temas escolares. Les regalamos confianza para enfrentar lo desconocido: desde resolver conflictos con amigos hasta imaginar soluciones para el planeta. Es la semilla de la resiliencia —saber que aunque algo falle hoy, mañana tendrán herramientas para intentarlo de nuevo. El desarrollo del pensamiento profundo es esencial.
¿Cómo cultivar el pensamiento profundo en niños? Estrategias prácticas

La buena noticia es que florece con lo cotidiano. No necesita apps, solo espacio para el intento y el error. ¿Cómo empezar?
Ideas para tejer momentos reflexivos:
- Preguntas abiertas en la cena: En lugar de ‘¿Quién descubrió América?’, lancen: ‘¿Qué harías si tu mapa se borrara en medio del océano?’. Las respuestas sin ‘correcta’ invitan a explorar.
- Juegos que desafíen el pensamiento: Los días nublados son perfectos para rompecabezas de 100 piezas o partidas de dominó donde cada jugada requiere anticipar movimientos. La restricción física activa la creatividad.
- Mantengamos el ‘no sé’ como aliado: Si su hijo pregunta algo desconocido, celebren: ‘¡Qué interesante! ¿Cómo lo descubriríamos juntos?’. Una búsqueda en la biblioteca o un experimento casero valen más que la respuesta rápida.
- Deja que se aburran a veces: Sin estímulos constantes, los niños inventan. Un paseo sin destino puede convertirse en caza de ‘tesoros naturales’ (hojas con formas raras, piedras brillantes) donde cada hallazgo genera nuevas preguntas.
No se trata de prohibir la tecnología, sino de equilibrar. Esas herramientas son excelentes para información rápida, pero no para el crecimiento profundo. Como padres, somos jardineros: plantamos semillas de curiosidad y regamos con tiempo paciente. Fomentar el pensamiento profundo es un regalo para toda la vida.
Fuente: Shallow vs. Deep Thinking – Why LLMs Fall Short, Less Wrong, 2025/09/03 15:26:25
