
Era una tarde de lluvia. Lo recuerdo porque en ese momento, mientras veía desde la puerta cómo ella frenaba su respuesta ante la pantalla del niño, entendí algo profundo.
Las gotas en el ventanal dibujaban caminos sobre el cristal, igual que las preguntas que iban formándose en su mirada. ¿Cómo contestar sin quitarle ese brillo de curiosidad pero enseñando cuidado?
Así descubrimos que educar en la IA no empieza con manuales, sino con esos silencios llenos de atención que ella tiene al escuchar.
Diálogos que construyen más que pantallas
¿Recuerdan esa mirada de complicidad cuando un niño pregunta algo incómodo y ustedes buscan las palabras? Pues imaginemos esa misma ternura aplicada a la tecnología. Hace unas semanas, mientras preparábamos la cena, escuché cómo ella respondía a la pregunta del pequeño: ‘No sé si Alexa es tu amiga, cariño. Pero te puedo contar cómo decidimos nosotros quién entra en nuestro corazón’.
No era una respuesta técnica. Era una invitación a reflexionar con suavidad. Y esa tarde, después de apagar los dispositivos, dibujaron juntos cómo sería un ‘robot buen amigo’. Los ojos del niños brillaban más que cualquier pantalla.
El filtro humano que ninguna IA puede imitar
Hay un gesto que me conmueve siempre: ese segundo donde ella retira suavemente el dedo del niño antes de que toque ‘enviar’ una consulta. Como quien aparta una taza caliente del borde de la mesa.
Un día le pregunté por qué lo hacía: ‘No basta con configurar controles parentales‘, me dijo. ‘Ellos necesitan ver nuestro rostro cuando dudamos, cuando evaluamos si algo es confiable’.
Ahí entendí. Enseñar pensamiento crítico no es instalar software, es modelar ese momento de calma antes de responder donde sembramos su propio criterio.
La contraseña más segura: nuestra presencia
¿Qué tienen en común una abuela tejiendo bufandas y un router configurado para horarios familiares? La paciencia activa. Observar cómo ella negocia los tiempos de pantalla me enseñó algo clave: los límites sirven si los vivimos primero nosotros.
Esos días donde dejamos todos los móviles en la cesta durante la merienda, esos planes de sábado donde desactivamos notificaciones para construir fuertes con cojines… Cada vez que nos desconectamos voluntariamente, tejemos una red de confianza más fuerte que cualquier firewall.
Los niños no recuerdan las restricciones, recuerdan la presencia.
Riesgos invisibles y abrazos visibles
Nadie nos enseñó a ser padres de niños digitales. Lo sentimos esa noche cuando el mayor preguntó si los chatbots podían guardar secretos. Ella se acercó, le tomó las manos y le preguntó con genuina curiosidad: ‘¿Cómo te sentirías si tu diario tuviera orejas que escuchan todo?’
Y allí, en la penumbra de la habitación, conversaron sobre lo que merece ser íntimo. Y también sobre lo que necesita ser compartido. Hoy tengo claro algo: la mejor herramienta contra los riesgos de la IA no está en las configuraciones, sino en nuestra capacidad de sostener esas charlas donde las dudas se desarman con paciencia y caricias.
Cuando desconectar es el mejor modo de conectar
El otro día sorprendí a los niños haciéndole una entrevista imaginaria al asistente de voz. Entre preguntas absurdas y risas, hubo un momento mágico: ella desconectó discretamente el dispositivo y continuaron el juego sin tecnología. ‘Ahora es más divertido’, dijo el pequeño.
Acaso ahí está la clave: saber cuándo la máquina suma y cuándo resta autenticidad. Como aquella vez que, frente a una duda matemática compleja, ella propuso: ‘Busquemos en internet… pero después lo comprobamos con lápiz y papel, ¿vale?’ Así, paso a paso, enseñamos que la IA es herramienta, no oráculo.
Resguardando sueños en mundo digital
Cierro los ojos y veo esa imagen: ella ajustando la funda del primer móvil del niño mientras él duerme. No era sólo proteger el dispositivo, era preparar el terreno para sus primeras decisiones autónomas.
‘Cuando creas tu primera contraseña’, le dijo al día siguiente, ‘que sea algo que recuerdes con alegría, como el nombre de nuestro gato o el día que volamos cometa’. Así construimos seguridad: mezclando pautas técnicas con recuerdos cálidos.
Porque al fin y al cabo, en este mundo digital que avanza a toda velocidad, lo más revolucionario sigue siendo criar con los ojos bien abiertos y el corazón más abierto todavía.
Fuente: EmbeddingGemma AI for Mobile Devices : Say Goodbye to Cloud Dependence, Geeky-gadgets.com, 2025-09-15.
