
¿Superinteligencia artificial? Preocupémonos por criar hijos que piensen por sí mismos
¿Alguna vez has paseado con tu hijo y escuchado esa pregunta inocente: ‘¿Las máquinas pueden ser más listas que nosotros?’. Esa duda, aparentemente simple, está en el centro del debate que expertos como el Dr. Roman Yampolskiy llevan décadas explorando. Pero más allá de las teorías, lo que realmente importa es cómo educamos a nuestros pequeños en un mundo donde la tecnología avanza a toda velocidad. Sus recientes argumentos contra la superinteligencia artificial —publicados esta semana— no son solo teorías lejanas, sino un espejo que nos invita a reflexionar: ¿cómo educamos a nuestros pequeños en un mundo donde la tecnología avanza a toda velocidad? Olvidemos por un momento los titulares catastróficos. La verdadera pregunta es: ¿estamos cultivando en ellos las herramientas humanas que ninguna máquina podrá reemplazar?
¿Qué nos ocultan los titulares sobre la superinteligencia artificial?
El Dr. Yampolskiy plantea preocupaciones válidas: sistemas superinteligentes podrían escapar de nuestro control o priorizar objetivos incompatibles con la vida humana. Pero ¿sabes qué? Estos escenarios distópicos, aunque cautivan los medios, a menudo nos distraen de lo inmediato. Como padres, nos agobiamos imaginando amenazas futuras, cuando la realidad cotidiana ya nos reta: cómo equilibrar pantallas sin culpa, fomentar el asombro frente a un algoritmo. Un estudio del Brookings Institution lo confirma: incluso la IA actual muestra ‘problemas de desajustes’; esos errores sutiles que, amplificados, generan desconfianza. La lección no está en temer lo lejano, sino en enseñar a nuestros hijos a cuestionar ahora. Por ejemplo, cuando usan una app educativa, ¿les preguntamos: ‘¿Crees que esto siempre tiene razón?’ Esa semilla de escepticismo sano es nuestro mejor antídoto para la crianza resiliente.
¿Cómo cultivar la inteligencia emocional en la era de la superinteligencia artificial?
Imaginemos a un niño resolviendo un rompecabezas: frustración, intentos fallidos, ¡y finalmente la alegría del ‘¡lo logré!’. Esa resiliencia no se mide en líneas de código. Aquí radica la paradoja: mientras algunos temen que la superinteligencia nos haga obsoletos, subestimamos el poder de la inteligencia humana emocional. ¿Recuerdas cuando tu hijo compartió su merienda con un amigo triste? Esa empatía espontánea es imposible programar. Como señala el debate de Yampolskiy, una máquina superinteligente podría ‘optimizar’ metas sin comprender valores. Pero nosotros sí podemos inculcarlos. Hagamos esto: transformemos tareas cotidianas en lecciones. Al cocinar juntos, no solo medimos ingredientes; hablamos de generosidad (‘¿cuánto le damos a la vecina si está enferma?’). Así, la ‘inteligencia’ que florece no es fría, sino cálida, con raíces en el respeto y la creatividad, esencial para la crianza equilibrada.
¿Cómo lograr equilibrio tecnológico en la crianza diaria?
¡Nunca me ha convencido llenar agendas! La magia está en lo sencillo: una tarde recolectando hojas en el parque y comparándolas con imágenes en una app, pero luego dejando que las manos se ensucien al plantar semillas. Los argumentos del Dr. Yampolskiy nos recuerdan que la tecnología debe servir, no dominar. ¿Cómo lograrlo? Con reglas fluidas: si hoy exploramos mapas digitales para planear una aventura familiar, mañana apagamos pantallas para construir un fuerte con almohadas. La clave es integrar sin idolatrar. Y cuando surja una duda —’¿Esta IA es de fiar?’—, conviértela en juego: pidan a cada integrante de la familia dar una razón para confiar o desconfiar. ¡Verás cómo hasta los más pequeños desarrollan pensamiento crítico con naturalidad! Estos tips prácticos fomentan una crianza resiliente.
¿Qué legado construimos hoy frente a la superinteligencia artificial?
¿Sabes qué me inspira de este debate? Que nos une como comunidad. Ningún experto, ni siquiera Yampolskiy, predice con certeza el futuro; pero todos coinciden: el mañana se edifica con las semillas del presente. No necesitamos temer la superinteligencia si enseñamos a nuestros hijos que su valor está en ser humanos —curiosos, adaptables, capaces de reírse de un error. ¿Recuerdas cuando tu pequeño mezcló colores en el cuaderno y creó un nuevo tono? Ese experimento lleno de alegría es el antídoto contra la automatización vacía. Por eso, cada noche, hago lo mismo: apagamos luces temprano, contamos historias inventadas en familia, y dejamos que el silencio acaricie sus sueños. En esas pequeñas rutinas, más que en los titulares, está la verdadera defensa: una infancia llena de conexión, donde la tecnología es una herramienta, nunca el corazón de su mundo, clave para una crianza resiliente y equilibrada.
Fuente: Top 10 Most compelling arguments against Superintelligent AI, LessWrong, 2025/09/06