
¿Recuerdas esa tarde que pasamos reorganizando fotos? Mientras te veía seleccionar minutos con mucho cuidado, me hizo pensar en lo que nos enseña nuestra crianza en este mundo saturado de pantallas. No es cuánto almacenamos, sino cómo elegimos lo que realmente permanece, ¿verdad?
¿Pantallas o espejos?
Hay una escena que se repite en casa: los pequeños mientras juegan y tu, sosteniendo con delicadeza ese equilibrio invisible entre la tableta y los juegos al aire libre. Esas manos que acarician cabezas dormidas al mismo tiempo que configuran controles parentales.
¿Y tú, cómo lo llevas? Esa ha sido la pregunta que más me ha resonado últimamente.
Hoy vi que los pequeños no están interactuando con dispositivos, sino que guardan recuerdos, igual que se coge un abrazo
¿Qué nos enseñan al hacerlo? ¿Cómo enseñarles a convivir con este mundo de información infinita? La respuesta viene de la forma más natural posible: cuando ellos mismos, sin preguntar, nos muestran que quieren digitalizar su mejor dibujo. ¡Esa mirada de concentración que ponen vale su peso en oro! Como si supieran que la memoria familiar es un tesoro.
La escuela del silencio digital
¿Qué pasaría, me pregunté, si en vez de prohibir las pantallas construyéramos espacios de confianza? La respuesta vino, como siempre, en la forma en que nos mostramos, mientras nos acurrucamos, desde la pantalla compartida hasta esas cenas donde lo único que brilla son las sonrisas. Y justo ahí, en esos momentos cotidianos, es donde encontramos la clave.
La resiliencia de la tecnología pasa por el mismo corazón de la crianza: la capacidad de aprender lo que no está escrito en ningún manual de usuario.
Hay una pausa que compartes cada día, justo antes de dormirnos, cuando la pantalla se apaga pero la conversación continúa. ¿Esa es la clase que realmente importa? La que nos enseña, tanto a niños como adultos, que hay cosas que se construyen, no se programan.
La memoria que se cultiva
¿Qué ocurrirá con esos terabytes que guardamos hoy? Quizás, cuando nuestros hijos vean, será el momento perdido, la tarde en la que nos atrevimos a apagar todos los dispositivos para jugar al escondite, lo que más vuelva.
Cada foto que guardas, no es un archivo más, sino una forma de decirnos: ‘esto es lo que merece ocupar lugar en el corazón de nuestra memoria familiar‘.
Al final, esos bits y bytes… se convierten en el abrazo que perdura mucho después de que la pantalla se apague. ¡Eso sí que no tiene precio!
Fuente: Samsung Confirms 512 TB PCIe Gen6 SSDs, Wccftech, 2025-09-29